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  Vallejo y Eguren
 

DOS POETAS PERUANOS: VALLEJO Y EGUREN

por Nelson Cáceres Araya
                         

         

        César Vallejo               José María Eguren


Junio se cobija bajo las teatinas de las casas virreynales. A sus balcones medujares de cedro panameño acude todo un ambiente que envuelve la poética peruana. Jirón de la Unión notable herencia hispana, en la vía que cae en la Plaza de Armas de Lima a los pies de Pizarro, escaparates de fines de sicle, sombrerías, relojerías y la "casa Welsch" una suerte de "Harrods" peruana de refinado buen gusto. Una criolla deja un beso, una promesa en su balcón y aquel zambo cruza con pie seguro uno de los puentes sobre El Rimac.

José María Eguren, nacido ángel sin culpa en un mundo de culpables y antojadizos, vadea el río en busca de los "Polvos azules" (mercado popular de origen virreynal) o de alguna yerba que sane sus dolencias respiratorias y a su alma confundida de duende trasplantado y sudamericano.


Es Lima actual, donde llueve vaticinio de César Vallejo: "moriré en París con aguacero, un día del cual ya tengo recuerdo"; (Vallejo está enterrado en París). Este soneto es antesala de incrédulos en una larga lista de espera. Por mí que esperen; yo, sigo. Cumplir cincuenta años ¿muerto? y que lo recuerden de ser así ¡Vale la pena morir! El autor de Los heraldos negros (1918), Trilce (1922), escribe "España, aparta de mí este cáliz", profundamente impresionado por la guerra civil española -impresión alojada en su espíritu depresivo-, lo recuerda su alumno Ciro Alegría (La serpiente de Oro) quien dice de él: "De todo su ser fluía una gran tristeza. Nunca he visto un hombre que pareciera más triste". "En Lima ... En Lima está lloviendo". Todo el Perú rinde homenaje al mayor de sus poetas muerto en París, el Viernes Santo de 1938, cuando Hollywood se afanaba en buscar la actriz que caracterizara a Scarlett O'Hara... Lo que el viento se llevó.

Acaba de dar las cinco el reloj de la Catedral. Dime de dónde vienes que ya son las cinco. Vengo de oír la misa de San Francisco. Eguren nace (1874) en un antiguo barrio de Lima que involucra actualmente al Jirón de la Unión, camina con pasos menuditos, con las manos cruzadas en la espalda, debilucho, pálido y azul como sus lámparas los sueños de las niñas, azul de la vena poética de Darío. Su poesía es de minorías. A este niño genial lo sienten los niños, lo comprenden los dulces de corazón y los de fantasías en ristre, escribe Luis Alberto Sánchez. Eguren pasa con su figura de pavor y fantasmas, acompañado de gnomos, de nibelungos y sienta su "marionette" junto a Santa Rosa de Lima, a comer turrón. Desea que lo olviden y de raspadilla ser inolvidable. Acaba de dar las cinco el reloj de la Catedral.


* Publicado en Revista Rayentru Nº10 - marzo de 1996

 
 
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