Carmen Gloria Berríos, poeta chilena nacida en 1954, ha cumplido una década en un serio compromiso con el oficio de escribir. Hoy comparte con el lector otro de sus trabajos poéticos que viene depurando desde 1980, aunque sólo en 1990 aparece su primera publicación, La mujer deshabitada. Allí, la soledad, la desesperanza, el aislamiento y las contradicciones del alma emergen desde las profundidades de la psiquis femenina. Varias voces de mujeres cruzan y entrecruzan susurros, lamentos, quejas, sarcasmos. ¿A quién culpar? Alguien apunta al culpable, -el aparato símbolo de la tecnología de punta en medios de comunicación: el televisor-, mientras una mujer huye en otros versos hacia la muerte en un poético intento por escapar desde lo efímero hacia lo eterno.
Dos años después, en 1992, la poeta publica Esa urgencia de vivir, donde aborda la sensualidad y la sexualidad femenina en un interesante paralelo con las grabaciones de mensajes venidos desde el mundo de la religión, mensajes que hemos venido escuchando por siglos y que nos han aportado una suerte de condicionamiento negativo a la hora de consumar una relación de pareja: Tu revolcar en mis caderas/ me encabrita/ en perversos pensamientos/ Y Dios/ aplaude.// Estuvimos flotando entre las sábanas/ furiosos por circundarnos/ Lo hicimos tres veces/ antes que el gallo cantara/ y no te niego.
En Razones personales, obra publicada en 1994, angustiadas voces femeninas, enredadas en alusiones bíblicas, enfrentan sus inevitables impulsos y su erotismo, en un complicado cuestionamiento culposo. Carmen Gloria Berríos ha completado una trilogía con textos que se sostienen y que apuntan a intentar descifrar por qué no se muere de amor en estas relaciones de pareja tan extrañas y por qué se desea la muerte que en definitiva no llega cuando uno quisiera.
Y para cerrar el milenio, nuestra poeta nos presenta Prójimo de nadie, obra dedicada con gratitud al destacado crítico y académico recientemente desaparecido, Mariano Aguirre, de quien la autora tuvo la suerte de ser su discípula. En esta obra, retoma el motivo central de sus textos anteriores: esa inconformidad vital, ese desgano (más que urgencia) de vivir. Créeme/ calzo dignamente mis zapatos/ pero llevo// una indigna procesión/ sobre mi frente.
En Prójimo de nadie, Carmen Gloria Berríos incursiona en la vida cotidiana y en el diario morir, que ella ve dolorosamente lento, en la relación de pareja, en lo precario de los afectos, en las trampas masculinas. El horizonte es un precipicio, muchas mujeres han tomado la escoba para barrer la vida, pero aquí, la mujer es la escoba y es la vida que me barre.
Son muy distintas las voces femeninas que pululan en los sórdidos vericuetos de los laberintos donde se esconden máscaras de mujeres. Algunas se alzan con singular fortaleza: Ignoro/ luego existo/ a la espera del límite. Y, por supuesto, en esta obra también están presentes los infaltables recados a los hombres que manejan los asuntos de Dios: Si amara a mi prójimo/ como a mí misma// Pobre de ese prójimo.
La sensación de soledad y el desarraigo afectivo tocan fondo en este último poemario en un hallazgo sobresaliente: No existe distancia/ más fuerte y dolorosa/ que dos cuerpos/ sentados el uno junto al otro// y sin nada que decirse.
¿En qué situaciones el individuo prefiere no pensar? En Prójimo de nadie encontramos mujeres que no pierden batallas sino que las acumulan, ciudades surrealistas, zombies, avisos de neón, cuerpos de divas destrozados que se recomponen para volver al círculo vicioso que las convierte nuevamente en vasijas de miserias// receptáculo de mierdas.