TOMÁS HARRIS: poeta de maravillas
Tomás Harris, poeta y profesor de literatura, nacido en La Serena, 1956. Premio Municipal de Poesía, 1993; Premio Consejo Nacional del Libro y la Lectura, 1993; Premio Pablo Neruda, 1995; Premio Casa de las Américas, Cuba, 1996. Algunas de sus obras: Zonas de peligro; Diario de Navegación; El último viaje; Alguien que sueña, Madame; Cipango; Noche de brujas y otros hechos de sangre; Historia personal del miedo (cuentos); Los 7 náufragos; Crónicas maravillosas.
Su poesía aparece incluida en diversas antologías y ha sido traducida, parcialmente, al inglés, francés y al sueco.
Actualmente, Tomás Harris, se desempeña como Investigador en el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Chile.
-¿En qué momento te autodescubres como poeta?
-Uno comienza tanteando, acercándose, a un fenómeno que es más general que la poesía: la literatura. Al principio no sabía definir mi vocación de escritor, mi deseo era escribir, más bien dicho, mi necesidad era la escritura que viene de otro fenómeno anterior que es la lectura. Creo, por lo menos en mi caso y en el caso de la mayoría de los escritores, es la lectura la que lleva finalmente a la escritura. Primero por un deseo de emulación y después por una necesidad de creación. Cuando estás emulando, sabes que estás escribiendo a lo Parra, a lo Lihn, a lo Huidobro, a lo Neruda, en fin. Pero llega un momento aparece un poema tuyo -como lo dijo Jorge Teillier, poeta muy lúcido-, que te parece que fue escrito por otro. Cuando aparece el otro escritor, el distanciado, el que ya ha asumido todas las influencias y escribe un texto y lo extraña, en el sentido de desconocerlo, yo creo que allí uno sabe que ha escrito su primer poema y puedes asumirte como poeta, y decir que lo que viene va a ser la continuidad de esa suerte de fe de “bautismo” que fue aquel primer poema. Esto me sucedió el año 1979 con un poema que se llama “Alguien que sueña, Madame”, y que me atreví a publicarlo en la revista Postdata Nº1, en Concepción.
-Háblanos de aquella Generación de los 80 -la N.N.-, a la cual tú perteneces, y de tus compañeros de ruta poética.
-La primera marca de la Generación del 80 es que es indeterminada en cuanto a las fechas de nacimiento. No se podría establecer por ahí. Yo incluiría en esta Generación a aquellos escritores que comenzaron a publicar después del 73. Esto es determinante porque se van al exilio la mayoría de los poetas del 60, que eran nuestro referente inmediato. Quedan solamente sus primeras ediciones, algunos muy bien logradas. Pero si queríamos polemizar, establecer relaciones de ruptura o de continuidad, de diálogos polémicos o amistosos, nade de eso era posible porque físicamente no estaban. Después estaba el problema de la represión: primero te censuraban, segundo te autocensurabas y tercero, las condiciones de producción y difusión poética no eran las mismas de antes. Se privilegiaban los recitales de poesía porque eran algo efímero, pues si llegaba “la ley” podían salir arrancando las personas. Las universidades ya no eran un alero para la cultura. Había que empezar a editar revistas. Circulaban muchas durante la década de los 80, que tenían prácticamente números únicos porque cumplían funciones contingentes más que pretensiones literarias que se pudiesen proyectar. Allí surge la necesidad de enfrentar un momento histórico, políticamente complejo y difícil, y terrible además, a través de la poesía sin caer en lo panfletario pero sin desarraigarte y dejar de establecer relaciones directas con la realidad. Esto dejó un aprendizaje, y tengo la certeza también, de que la poesía tiene una razón más que inmediata, más relacionada con el contexto histórico. Aunque se escriba poesía de la resistencia o de la torre de marfil, siempre van ha estar las marcas y las huellas de la historia. Yo creo que todo eso definió a la Generación del 80. Si bien es cierto tanto yo, como Diego Maqueira, Raúl Zurita, Eduardo Llanos, Jorge Montealegre, Carlos Decap, Alex Figueroa, etc., tuvimos una literatura oblicua, de lo no dicho, de buscar procedimientos como los que buscaron Cervantes… y todos aquellos escritores que tuvieron que escribir bajo regímenes represivos, eso se tradujo en una poesía de excelente calidad. No estoy haciendo la relación directa: represión - buena poesía, pero se ha dado y es cotejable en la historia. No digo que hay que estar en dictadura para poder escribir bien, no. También hubo ciertas confusiones…
-¿A qué poetas atribuyes maestría y motivación para tu desarrollo escritural?
-En mi desarrollo escritural no he tomado poetas determinados atribuyéndoles cierta maestría, pero sí hay textos y procedimientos que me parecen importantes. Yo parto con un narrador fundamental no solamente para la narrativa de este siglo sino para la poesía, que es James Joyce, y el libro fundamental es Ulises. Ulises es una poética en sí mismo, es además un amplio espectro de procedimientos literarios. También ese libro funda lo que podríamos llamar la literatura urbana, con una noción contemporánea, no moderna a lo Baudelaire, sino más adecuada al discurso entrecortado, fragmentario, que correspondería a la postmodernidad. Y dentro de esa matriz, hay otros poetas con los cuales tengo afinidades, por decirlo, espirituales. A nivel de transgresión, de la rebeldía necesaria que siempre tiene que tener el poeta, de enfrentamiento a los sistemas inadecuados de vida y de gobiernos, que, como son para mi gusto Baudelaire y Rimbaud.
Hay otros influjos que están aparentemente lejanos de la poesía como lo es el cine, sobre todo el de terror. Grandes directores han hecho películas de muy bajo nivel pero cargadas de significado. Borges decía que hay una poesía auditiva -que entra por el oído, acústica-, y otra visual. Mi poesía correspondería a esa visualidad. Yo creo que esa visualidad tiene que ver con el influjo de la imagen, sobre todo del cine.
-¿Cómo es, y cómo se manifiesta, tu relación con los poetas de anteriores generaciones y con los emergentes?
-Diría que mi relación con ellos es escritural. No tengo muchos amigos poetas.
El campo literario poético esta marcado primero por dos poetas que son base, fundacionales: Vicente Huidobro y Pablo Neruda, y dentro de esos poetas algunos libros, no todos. Altazor, Temblor de cielo, y Últimos poemas, allí está el Huidobro que me interesa, como constructor de estructuras, productor de imágenes, etc.; y Neruda: Residencia en la tierra, y la idea de Canto General, de hacer un poema épico sobre América, no en la realización, porque hay algunos poemas allí que son francamente malos, demasiado contingentes, pero tiene también altas cumbres como por ejemplo: “Alturas de Macchu Picchu”, que es casi un libro dentro de Canto general. También está Gonzalo Rojas. Parte de su obra, fundamentalmente: Oscuro, que fue un libro clave en mi formación poética, sobre todo los poemas de “Orompello”, estructuré sobre ellos prácticamente toda una sección de mi libro Cipango. Posteriormente me interesa Enrique Lihn, un gran poeta que obedeció muy bien a las improntas de su época y que representa muy bien esa década de los 50 donde se estaban produciendo cambios, epistemológicos, estéticos en la visión del mundo de la poesía y de la literatura en general, por ejemplo: la crítica literaria dentro de la literatura; ese metalenguaje que se interroga a sí mismo y que despliega desde la literatura como la productora de utopías, como una fuerza posible de cambiar la sociedad, y que la vuelve a su sitial, o le da un nuevo sitial, desconstructivo, desautomatizador de la realidad, crítico frente a los sistemas de poder, pero dentro del rango poético. Otro de los poetas es Óscar Hahn, que ha producido una poesía muy interesante y que de alguna forma ha influido en mi poesía, en cuanto a las imágenes de carácter gótico que él construye y al acercamiento a la literatura fantástica, en mi caso: a la literatura de terror. También está Raúl Zurita, poeta más cercano a mi generación, que fue muy importante porque él introdujo, sobre todo, la idea del libro como una unidad estructural más que como una colección de poemas. Hay otros poetas que también son significativos sobre todo por la forma de concebir la poesía, por la conciencia de la poesía como artificio, como construcción literaria: T. S. Elliot y Ezra Pound.
-¿Cuál es tu visión crítica de la actual producción poética, en especial la de los jóvenes?
-No tengo un conocimiento acabado de la poesía emergente. Tengo que reconocer algunos vacíos de lectura. Conozco la poesía de algunos poetas que me interesan mucho: Rafael Rubio, por ejemplo, que me parece excepcional, muy bueno; otros poetas que están más cercanos a mí: Gustado Barrera y Rodrigo Rojas. Hay otra serie de poetas que me vienen a la mente, pero no quiero dar nombres. Tú me preguntas cuál es la crítica que yo haría… Me parece que la relación de la mayoría de este grupo de poetas, no todos -lo digo como una visión de conjunto, como disparar a la bandada-, es que su relación con los contextos es demasiado apolítica; que la visión crítica es todavía muy ambigua y faltaría una actitud más contestataria.
-¿Con cuál de tus libros te identificas mejor?
-Uno de los libros que más me interesa es Cipango, anuque lo escribí en los 80, dentro de la dictadura, en condiciones favorables para mí, pues, además podía vivir poéticamente: absorbiendo todo lo que la realidad y los espacios imaginarios me daban para después devolverlo hecho poesía, es decir, poder pensar constantemente a propósito de todos los hechos que acontecían con relación a mi proyecto poético. Esto se da, evidentemente con el ocio. Yo tenía ocio porque no estaba trabajando, pues habían pocas posibilidades y me habían echado del liceo donde trabajaba, y porque tenía condiciones, posibilidades de sobrevivir dentro de ese contexto de cesantía que para mí era de ocio creativo. Cosa actualmente perdida: trabajo en la administración pública, son 6 a 8 horas diarias de lunes a viernes, entonces ahora mi switch poético se activa solamente los fines de semana.
Lo que rescato de Cipango y lo que me gusta mantener es que es una poesía que finalmente se instala dentro del ámbito urbano y desarrolla allí un imaginario y que intenta buscar raíces hispanoamericanas, y que establece un diálogo con escritores fundacionales para nuestra literatura: Colón…, las crónicas de la Colonia y La Conquista, y posteriormente, algunos otros poetas y esa otra parte que es la cultura de la imagen. Creo que los textos de Cipango lograron una sintaxis que, para mi gusto, coincide perfectamente con lo que está diciendo. El poder del imaginario que hay allí no lo he vuelto a repetir, pero he buscado un vuelo de mi propio proceso escritural. Desde Cipango hasta Crónicas maravillosas, son un sólo libro, al cual se le va sumando otros capítulos, y al cual espero se le sigan sumando nuevos capítulos hasta que yo deje de escribir no sé por qué motivo.
-¿Hacia quiénes se dirige tu poesía?
-Creo que el primer lector del poeta es el poeta mismo. Yo dirijo mi poesía a mí mismo, como lector activo. Esto no es el primer poeta o escritor que lo dice pero es así. Yo busco lo que me gusta a mí. Posteriormente hay que pensar ya en algún lector ideal. ¿Cuáles son mis lectores ideales?: son aquellos que me han leído y que han respondido a mi lectura. Cuando escribo pienso en Soledad Bianchi, en Grínor Rojo, en Carlos Decap, en amigos que me han leído atentamente de alguna u otra maneras; en la Tere, mi mujer. Pienso en cumplir con sus expectativas, pero también pienso en sorprender y no cumplir con sus expectativas. Con otros lectores, bueno, tiene sorpresas que ni siquiera te imaginas, por su puesto, dentro del reducido ámbito de lectores de poesía, y también están los posibles lectores futuros… que no sé cuáles serán ni cómo leerán la poesía que se está haciendo ahora.
-¿Qué cosas consideras determinantes en tu proceso creativo?
-Primero la lectura. Yo creo que el detonante a mi proceso creativo -que no sólo es mío-, es enfrentarte a otros objetos, primero de arte; lecturas que pueden ser de poesía, de novela, de crónicas, de autobiografías, no importa. Allí hay de repente algunas estructuras básicas, en libros de novelas, crónicas, cuentos, que te estimulan el imaginario y empiezan a surgir, a sucederse primero ideas, imágenes que se desarrollan después como poemas o libros. También pueden ser cosas que uno recoge en el “callejeo”, algo que ahora no puedo hacer por culpa de un impedimento físico de mi pie…: caminar por las calles de la ciudad. Como ahora no puedo recoger esas imágenes de la manera como lo hacía -recorriendo, caminando por esos espacios-, se me produjo un obstáculo, pero eso hay que solucionarlo de otra manera, llenar tu imaginario por otras vías.
-¿Cómo es la relación poética con tu compañera poeta, Teresa Calderón? : Beneficios y contras.
-Fíjate que contras no hay, sino todo lo contrario porque estoy con una pareja que estamos hablando de lo mismo, compartiendo una pasión que es mutua, y se da la gracia que es complementaria a la vez porque la poesía de Teresa y la mía tienen pocas cosas en común, porque abarcamos distintos espacios, o distintos imaginarios, y también distinto lenguaje, por lo tanto es complementaria en cuanto a miradas: la poesía de Teresa es completamente desprejuiciada y yo estoy en otra cosa, y viceversa. Como tenemos intereses diversos de alguna forma nos complementamos: Los que se complementan son más bien personas que son diferentes, no digo los extremos, pero sí esas personas que tienen espacios distintos para poder armar un tipo de diálogo. Yo leo las cosas que ella escribe y ella lee lo que yo escribo, y generalmente nos hacemos críticas que son desprejuiciadas y objetivas.
-¿A quién postularías para el Premio Nacional de Literatura 2002, y por qué?
-Es una pregunta difícil. En estos momentos el Premio es una cosa muy conflictiva. No estoy de acuerdo con la Bases, como se da. Este Premio debería otorgarse año a año, y tienen que darlo los pares, personas especializadas. En la actualidad hay tres personas que no son especializadas: el Ministro de Educación, el Rector de la U. de Chile y el delegado de las distintas universidades. En los dos últimos Premios Nacionales estas tres personas no han sido idóneas, digo esto por las entrevistas que han dado, por la forma que han justificado a los premiados. Aunque estoy de acuerdo con los premiados. Las personas que no son profesionales deben delegar; la Ministra debe delegar, el Rector debe delegar… A quién se lo daría: a Armando Uribe Arce, porque me parece que es uno de los poetas más importantes de la Generación del 50, y que si no se lo dan pronto va ha quedar, un poeta importante para nuestra tradición lírica, sin Premio Nacional, como pasó con Jorge Teillier y con Enrique Lihn.
-¿Cuáles son tus proyectos literarios inmediatos?
-Tengo dos libros de poesía por publicar. Uno se llama Itaca, que tiene que ver con las dictaduras de fin de siglo y un homenaje a algunas películas de ciencia ficción, entre ellas “El hombre de la visón de rayos X”. Ese libro termina con un regreso imaginario a Concepción -Itaca-, para terminar con esa fase de mi vida y de mi escritura. El otro se llama Nautilus, a propósito del libro de JulioVerne y del capitán Nemo: Es un libro que se trata de suicidio, fundamentalmente la obsesión destructiva del capitán Nemo. Indaga en los motivos de la destrucción a través del naufragio, en donde hago un paralelo entre suicidio y naufragio, para terminar con una visión bastante desoladora y nihilista de la realidad, decir que todos somos náufragos y que si no nos suicidamos es por motivos que casi parecerían antinaturales como decía Kirlov, el personaje de Los Demonios de Dostoievski, por la conciencia.
* Publicada en Revista Literaria Rayentru Nº19 - primavera del 2000
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