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  Pía Barros
 

PÍA BARROS: Fémina erótica en la literatura chilena
 
 
Pía Barros, escritora abanderada con las féminas, defensora y exponente de la literatura de mujeres. Estudió pedagogía en Castellano en la Universidad de Santiago y en 1989 fue profesora visitante en la Universidad de Oregon, EE. UU. Desde hace 20 años que dirige talleres literarios. Ha publicado: Miedos Transitorios, cuento (1986); A Horcajadas, cuento (1990); El tono menor del deseo, novela, y Signos bajo la piel, cuentos (financiado por el FONDART). También ha sido incluida en innumerables antologías y traducido sus cuentos a varios idiomas. y desde 1977 que viene obteniendo premios y distinciones por su obra.
       Se ha destacado especialmente con sus micro cuentos y la temática erótica y social que aborda en su narrativa.
 

-Si tuvieras que definir a Pía Barros en un cuento corto ¿cómo lo harías?
-Es bien complicado. Una de las cosas que me costó mucho aprender es que soy múltiple y equívoca, así que daría para un cuento largo, pero lo intentaré. Hace mucho tiempo, un amigo, Jorge Alcayaga, me dijo que yo no debería haberme llamado Pía, sino Bía, que es la diosa de la violencia y de la fuerza. Pero no soy tan violenta... Lo primero es que soy mujer y feminista, y lo más complicado de todo es que creo ser feliz. Tengo lo que quería: una familia, un par de hijas fantásticas y un marido con el que lo paso "bomba", y eso es raro.
En realidad es muy difícil definirse... Uno se define por carencias, por ausencias, y no por lo que tiene.

-¿Consideras que las escritoras tienen un espacio definitivo dentro del medio literario nacional?
-Claro que lo tienen, lo que no tienen es espacio en las editoriales. Desde los 80 a esta parte ha habido un gran cambio, en términos de instancias culturales. Si a veces tú buscas tipos de liderazgo es complicado, porque el líder de opinión es casi siempre un varón. Generalmente cuando se le pregunta a una mujer es para ridiculizar su posición y no para validar esa posición, entonces es una situación ambigua. Yo creo que sí está el espacio pero las mujeres hemos cometido muchos errores en ese espacio, creo que hemos actuado como los hombres, descalificando constantemente. Si nos preguntan por otra mujer hablamos de lo pésima que es su literatura, o somos tremendamente sutiles o hipócritas para calificar, y al final nos gustamos nosotras mismas y alguien muerto, y eso es muy masculino. Esta idea de destruir para ser el único... Yo creo que en femenino –en términos biológicos- no sobra nadie, entonces no es la exclusión lo que ayuda sino la inclusión de muchas más. Y en términos literarios creo que faltan muchas mujeres que digan muchas cosas y que cuenten un poco la historia desde la perspectiva feminista. No es que sobren mujeres, faltan muchas.

-¿Dentro de las escritoras te consideras una voz de las feministas?
-No, para nada. A veces, y a duras penas, me represento a mí misma, pero ni eso, pues al día siguiente ya me descalifico. Creo que no soy una voz, esa es una de las múltiples cosas que hablan. Lo que pasa es que tengo una imagen pública, pero eso no significa que sea una voz, una portadora de la verdad, porque además no creo que nin­guna tenga una posesión absoluta de la verdad y menos con respecto al discurso feminista, pues hay múltiples discursos en este momento, y de hecho, como siempre he sido medio anarca, soy feminista pero discuto mucho también acerca del feminismo y de ciertas cosas feministas que me parecen bastante mediocres, arbitrarias o "fetichistas”.

-Hemos constatado que en los talleres literarios la presencia de mujeres es mayoritaria, ¿qué nos puedes comentar al respecto?
-La presencia de mujeres siempre ha sido mayoritaria. Esto sucede por cosas prácticas; en general la mujer no tiene voz. Es importante buscar una voz propia y tratar de decir lo que estás tratando de decir. No siempre todas las mujeres que van al taller aspiran a ser grandes escritoras. Lo que aspiran sí, siempre, es ha poder escribir-se, y al escribirte tú te sanas y al mismo tiempo te puedes ver como personaje y cagarte de la risa o tomarte muy en serio algunas otras cosas que no hacías. Lo que sí creo es que las mujeres al no tener voz buscan esa voz a través de la escritura y que también la escritura es algo privado. Entonces aparece esa situación así.

-Cuéntanos de tu experiencia dirigiendo talleres y qué im­portancia le otorgas en la formación creadora del individuo.
-Comencé a dirigir talleres a los 19 años, o sea estaría cumpliendo 20 años haciendo talleres de diferentes formas. Para mí es crucial asistir a un taller literario, no creo que las obras se produzcan por sí mismas, y de hecho el taller literario, en acepciones diversas, siempre ha existido, o alguien le ha mostrado a sus amigos sus escritos y era criticado, yeso es un taller, un trabajo en conjunto. Rugendas, mostraba sus pinturas y era criticado por un grupo, y él le introducía otros elementos o componía de otro modo una de sus obras. Lo mismo ha pasado en todas las artes. La participación de pares era importante porque te aporta­ban cosas que tú no veías. Hoy en día es terrible..., la tecnocratización de la cultura y esta dispersión cultural que existe al mismo tiempo..., tú requieres de asistir a un taller, de aprender lo que está y poder escribir tu obra. Ya no hay tiempo como antes, yo no sé si voy a vivir 70 años para producir una obra literaria. El tiempo es algo muy veloz, muy rápido y por ende tú puedes en un año aprender lo que otros aprendieron en 30, 40, o 50. Creo que es fantástico no ir a un sólo taller. Yo sé que el taller produce adicción, porque produce una sicodependencia con quien lo dirige, pues "cacha" tus problemas, dónde te aprieta el zapato, etc., pero pienso que la gente debería estar probando en muchos talleres, por ejemplo en mi caso, aprendí mucho de Carlos Ruiz Tagle, un gran escritor chileno, y a su vez estuve como en 20 talleres, y veía lo que me gustaba o no me gustaba de ellos, así iba implementando los talleres que yo hacía. Eran súper intuitivos en esa época, además había dictadura... Todo eso que logré compilar es la sabiduría de 30 personas que aprendieron el oficio, además de los años que llevo de circo y de haber estudiado literatura, y todo eso tú lo puedes entregar en uno o dos años. Si tú ocupas dos años de tu vida para aprender las vidas y la práxis que hicieron 500 sujetos y además desde hoy día para adelante, donde se estira un poco la escritura, tú debes tomarlo y a su vez aportar, compartir lo que tú tienes, lo que sabes y tratar de producir. El taller tiene esa situación de espíritu solidario, pero además, la democratización de la escritura. Esa situación de que no es una escritura de elite, no es de unos pocos; no es para los que pueden pagar las 50 lucas del señor que le da clases particulares; no es para que alguien vaya y sea el gurú de América y diga así hay que escribir o no. Para mí el taller es una instancia de democratización y en la medida en que tú puedas ir a muchos talleres también tendrías la posibilidad de democratizarte a
ti mismo, de no seguir un sólo patrón, a un sólo dictador, o a los múltiples dictadores que cada uno de nosotros llevamos dentro.

-Tú que cultivas el cuento erótico ¿le otorgas alguna trascendencia literaria a este género?
-No sé si yo he cultivado el cuento erótico o la editorial le ha dado como caja a que uno utiliza una perspectiva erótica. Creo que hay una diferencia en ambas cosas. Hoy en día, donde se ha tapado la tetera por todas partes, una única salida visible, real, está en la violencia y el erotismo, que son las formas promulgadas por un viejo escritor -fallecido hace cientos de años, por suerte-, un tipo brillante que era el Marqués de Sade, quien fue absolutamente vilipendiado por la Iglesia y que tenía una estética maravillosa y que mostraba la estética, en el fondo, adónde iba a llegar la urbe y adónde iba a llegar la sofisticación de la violencia, y además la única búsqueda posible que era la búsqueda con el cuerpo y no la búsqueda de estas verdades traídas desde afuera, sino las verdades que tu podías buscar a través de tu cuerpo, de lo que más se coartaba en el fondo, de tu conocimiento a través de la praxis, no de un conocimiento racional, sino que en el fondo un conocimiento a través de la sensibilidad. Si Las mil y una noches no es casual, El Decamerón; la escritura erótica no es una cosa de los últimos tiempos. Lo que pasa es que, hoy en día, hay una forma de impulsar esa escritura erótica que es distinta, porque en un siglo donde todo se acaba y donde hay una relación con el entorno que es como terminar de algún modo, y donde no hay verdades, no hay utopías, no hay sueños, lo único que queda es lo que tú puedes conocer y aprender a través de la sexualidad, además la sexualidad ha sido distorsionada por la tradición judeocristiana de occidente. Entonces si a ti te ocultan algo, mucho, es como cuando a uno le dicen no lo haga, yo voy de hacha ha hacerlo de todas maneras. Creo que pasa lo mismo con la situación del erotismo, somos bombardeados por una serie de situaciones eróticas, pero sin embargo se nos prohíbe esa práxis, ese conocimiento a través del erotismo y obviamente la bitácora estalla por ahí. Ade­más no es casual que después de la dictadura -en España también pasó-, haya una búsqueda de reivindicación a través de la única cultura posible que es la cultura de la vida, el erotismo es la cultura de vida; la represión es la cultura de la muerte, la sanción, ya vimos que esta ética es castradora, que es una moral imperante que se obliga a seguir y no es en realidad la ética profunda y que corresponde a una moral que va hacia la verdad y que busca la verdad no la represión. La única posibilidad de combatir esta cultura de la muerte -en la cual hemos vividos inmersos durante cientos y miles de años-, es justamente a través del erotismo, aunque se topen constantemente. Tánatos y Eros desde el principio del mito se topan constantemente, pero creo que es importante buscar verdades donde no se debe. Por lo demás, siempre lo que no se debe es más interesante.

-¿Cuál es la línea que separa lo erótico de lo pornográfico?
-El equilibrio se busca en el lenguaje, en el fondo dónde está un poco la pornografía o vulgaridad de algo y dónde está de algún modo la estética, y esa estética es una persecución que siempre es al filo de la navaja y, obviamente, uno saca de un lado y de otro.
De algún modo todos nos imponemos sanciones morales en la escritura y yo creo que eso no debe estar. Hay que buscar cómo romper siempre la valla, cómo poder ir más allá, y creo que en este minuto el erotismo es la valla.
En este país, específicamente, una mujer que es un genio de la literatura y que ha sido muy vilipendiada, tal vez porque su vida personal no haya sido del gusto de la época, me marcó la vida, ella es María Elena Gertner. Fue la primera mujer que al final usa, como tipos humanos, homosexuales, milicos, toda variable humana sin establecer sanciones, sin esos juicios valóricos, de algún modo, terribles. Para mí fue una escritora libre, y a eso aspiraba y aspiro yo.
A los 13 años leí las novelas "Páramo Salvaje" y "La mujer de sal", debajo de una cama escondida porque estaban prohibidas para nosotras y jamás lo pasé mejor que con estos libros.
El sexo es cultura, el erotismo es cultura y la cultura cambia. A principios de siglo los pacos se llevaban presos a los hombres, esos vouyeristas que iban a mirar los tobillos de las mujeres cuando subían al tren y eso era inmoral, pornografía. Hoy día si alguien muestra un tobillo o una pechuga o lo que sea, a lo más alguien se ríe al lado yeso es todo. Creo que la pornografía también cambia. Si las mujeres anduvieran con esos escotes que se usaban tan provocativos y apretados -como los de María Antonieta y todas las demás-, queda la escoba acá y todo el mundo andaría pegado a las pechugas. Hoy día se usan escotes con menos apretujes y menos insinuaciones y no joden tanto. Todo esto es intuitivo. A mí me gustó mucho la definición de Poli Délano que dijo que el erotismo era verdad y la pornografía era mentira, pero creo que hay otra cosa más ahí y que tiene que ver con que hay un uso: el uso de una persona implica una pornografía; la búsqueda de conocimiento de esa persona a través de la sexualidad o del erotismo no implica pornografía. Todo depende también de un lenguaje que busque expresar más allá que describir. Si tú te pones a describir simplemente posiciones y usas por ejemplo como se mete un pollo al asadora: abrirle las piernas-cerrarle las piernas, subirse-bajarse, las cosas se ven un poquito patéticas a mi juicio, no implican erotismo; no sé a quien erotizan o calientan, no son eróticas y sin embargo, ciertas observaciones -estaba pensando en "Las Olas" de Virginia Wood- son tremendamente eróticas y simplemente son observaciones del mar.
La película erótica más fuerte que he visto en mi vida y la única vez que he sudado en un cine y me he puesto muy nerviosa, fue la de un director italiano, en donde una pareja se va a la playa, se supone que se desnudan, pero se ve sólo la parte de arriba de la pareja mirándose. El deseo se ve en esas miradas. Desaparecen ellos y tú lo que empiezas a ver es el mar suave, el mar violento y el mar que deja la espuma sobre la playa. Yo salí peluda y no me habían mostrado nada. Había una sugerencia tan fuerte y tan intensa que para mí eso era erotismo. La obviedad, generalmente es poco ética. Si veo un mino en pelotas me da un ataque de risa.

-¿Cómo es la convivencia entre la narradora Pía Barros y el poeta Jorge Montealegre?
-A veces difícil a veces fácil. Peleamos por los libros: los de poesía se van para allá, lo de narrativa para acá. El es tremendamente sistemático en sus investigaciones, yo soy desordenada y dejo todo a medio camino. El es desordenado con los diarios, tiene todo invadido de papeles, detesto que esté todo invadido de papeles. Lo doméstico es complicado como en toda pareja, inclusive cuando hacen o no hacen lo mismo. En todo caso me parece fantástico, yo encontré la madre-padre ideal para mis hijas y compartimos cosas; se reestructuran los roles; se invierten algunos procesos y es interesante esto de intentarnos cotidianamente, además esto de poder tener un lenguaje común, de hablar de literatura y que no llegue un señor hablándome de cuatro pernos que no entiendo...
La literatura no es como una carrera, sino que es un vicio que siempre se va sobreestimulando, y es muy rico drogarse juntos, en el fondo ninguno de los dos somos drogas pero la literatura es una droga para nosotros que pasamos tiempo compartiéndola.

-¿Cuáles son tus futuros pro­yectos literarios?
-Este año ha sido un poco difícil, he tenido que postergar proyectos. Hace tiempo que estoy escribiendo historias de brujas y quiero hacer un libro solamente de cuentos con historias de embrujos, saumerios y esas cosas.
 
Con todos nuestros machitunes brujeriles, esperamos que Pía pueda seguir deleintándonos con su narrativa y contribuyendo además en la dignificación de la literatura de mujeres chilenas. Esta escritora que no toma decisiones sin consultar el Tarot y que hace saumerios para limpiar los ambientes, impresiona con su desplante y franqueza a la hora de exponer sus convicciones. Así también impresiona con sus escritos.
        Después de compartir el humo de diez cigarrillos exhalados por nuestra "Bia" de la literatura chilena, nos despedimos hasta el próximo cuento.


* Publicada en Revista Literaria Rayentru Nº9 - octubre de 1995


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