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  Paz Molina
 


LA POESÍA-MUJER DE PAZ MOLINA

por Ricardo Gómez López
 
                             
  
Nacida en Santiago (1945). Ha publicado los siguientes poemarios: Memorias de un pájaro asustado, 1982; Noche Valleja,1990; Cantos de ciega, 1994; Neruda , aparta de mí esta sombra, 1996.Fue Directora del Taller de Poesía Joven de la SECH, 1987. Ha obtenido: 2do. Premio Pedro de Oña, 1980, con la novela Paradero 28, y Mención Honrosa Andrés Bello, con Apuntes para una sombra, novela, 1983;
         El fluir de la condición humana se ejemplariza en la fácil sonrisa de esta poeta y novelista y en su espontánea simpatía que desborda hacia el prójimo. Paz Molina nos recibe amplia y poéticamente en su hogar, y situados en la tibieza de aquel ambiente de primavera, disfrutamos el compartir un poco de su vida y sus derroteros literarios.
 
         -Con cuál generación literaria sientes una mayor cercanía.
         -Me han asociado a la Generación del 60, donde están: Jaime Quezada, Federico Shopf, Floridor Pérez, Óscar Hahn, José Ángel Cuevas, Eugenia Brito, Naín Nómez, entre otros, y me siento cómoda en esta ubicación, aunque no corresponde mucho a la realidad, porque yo comencé a escribir, de manera más continua y más profesional, después de los 70. Pero ya tenía el virus poético en los 60. Por esos años estaba como germinando mi poesía; aproximándome a la experiencia profunda de la vida; era mi juventud y yo estaba en la carrera de Bellas Artes. Era la pintura mi vocación en ese momento, o yo creía que lo era, entonces me inclinaba más por la plástica, por el dibujo, el croquis, la escultura, la pintura: Esas eran mis áreas.
 
         -¿Qué factores o circunstancias te indicaron una respuesta existencial como para decidirte, mayoritariamente a escribir poesía?
         -Principalmente creo que fue el abandonar la Escuela de Bellas Artes y mi reclusión en la vida doméstica. Me casé muy joven sin terminar la carrera, cursé sólo el 1er. año. En la soledad del hogar y el aquietamiento de las emociones, empecé a reflexionar, a leer mucho y a escribir poesía que reflejaba mis estados de ánimos y circunstancias vitales también. Era una poesía muy referida a lo sentimental, muy primaria, pero se fue enriqueciendo paulatinamente producto de muchas lecturas y experiencias.
 
         -Se ha dicho que tu poesía goza de una buena dosis de cerebralidad
         -En cierta oportunidad una poetisa me dijo que no entendía nada de lo que yo escribía, y eso me pareció inquietante: escribir para no ser entendida en absoluto. A pesar de eso, continué escribiendo en un sentido más o menos semejante al anterior, pero con una preocupación continua por encontrar la claridad. Pienso que en Cantos de ciega se da un lenguaje más abierto que en el libro anterior -Noche Valleja-, que es más hermético sin dudas, porque está más cerca de Vallejo, y Vallejo trabaja con el hermetismo y con lo críptico en cuanto a eso de dotar el lenguaje de misterio y hacer que el lector trabaje también en la búsqueda, en la indagación de los sentidos, porque hace al texto más atractivo.
         Después esa misma poetisa reconoció que ahora sí que estaba entendiendo mi poesía. Eso quiere decir que me aclaré un poco.
 
         -Cuál es tu cercanía, en el espacio poético, con Humberto Díaz-Casanueva, poeta que es considerado de gran peso intelectual, en Chile.
         -Diría que el azar afortunado hizo que yo me acercara a él. Yo he sido una persona bastante sociable, y me empecé a vincular con la Sociedad de Escritores de Chile, con el grupo Fuego de la Poesía, donde tuve la suerte de conocer a Humberto Díaz-Casanueva que fue un maestro, un amigo, un guía, un padre para mí. Él era una figura muy paternal. Me prologó mi segundo libro, Noche Valleja, que tiene una inspiración, si se quiere, bastante filosófica, de autoindagación, que en algún momento parece familiar con la metafísica que hay en la poesía de Humberto Díaz-Casanueva.
 
         -Has declarado ser una ferviente admiradora de César Vallejo ¿de qué manera este gran poeta peruano ha influido en tu proceso creativo? 
         -Yo amo mucho a Vallejo, para mí él es una figura tutelar, realmente entrañable. Él me hizo abrazar la causa de la poesía con mucho más intensidad. Yo era una poeta, si se quiere, un tanto descuidada, un tanto desgarbada que tenía mucho amor por la escritura automática, pero cuando leí a Vallejo y aprecié la síntesis, su vigor, su condensación, su fuerza, realmente aprecié que la devoción no era suficiente, también había que echar mano del rigor.
 
         -Pero también reconoces admiración por Neruda.
         -Neruda es un referente obligado. Pero tengo más parentesco con Vallejo, sobre todo más parentesco existencial: él vivía el dolor de los otros. Neruda representa para mí el prototipo del poeta que triunfa, y yo me asocio más con el poeta que fracasa. Para mí el fracaso es muy respetable: El fracaso que pasa por el intento, por la renuncia, por la honestidad a toda prueba, es decir: la autenticidad. Ser auténtico entraña muchos peligros. Uno de ellos es no ser reconocido, no ser suficientemente aprobado: Uno no es aprobado cuando es demasiado auténtico.
 
         -¿Te enmarcas dentro de lo que se ha dado en llamar “poesía de género mujeres”?
         -Indiscutiblemente que mi poesía es una poesía de género porque yo soy mujer y represento a mi género. Me he arrogado esa facultad en mi poesía. Pienso que mi voz es profundamente femenina, porque he vivido de manera muy radical los problemas que entraña la condición de mujer.
 
         -El haber vivido en el litoral nerudiano (en Algarrobo), y volver a Santiago, comparativamente ¿dónde fluye mejor tu creación?
         -En realidad mi creación fluye en cualquier parte, porque he tenido circunstancias muy favorables, que he desaprovechado, y otras muy desfavorables que sin embargo me han permitido crear. Diría que he creado más en circunstancias difíciles, de dolor, de sufrimientos, de toda clase de carencias, porque la poesía ha sido un refugio para mí.
 
         -¿Cómo ves la poesía de las poetas emergentes?
         -Conozco el trabajo de algunas jóvenes, por ejemplo, de Paula Pascual, que encuentro muy interesante; Ana Partal, Malú Urriola, Nadia Prado, Isabel Gómez y Mirka Arriagada, que diría que están ubicándose en una plano de consagración, como entrando en tierra derecha. Hay un amplio espectro de voces y todas encuentran su lugar. Pienso que el ámbito literario chileno es muy generoso, en cuanto a que tiene oídos para todas las voces, aunque no se estile demasiado que estas voces se consideren consagradas, pero sí se escuchan y tienen un lugar en la apreciación de lo colectivo.
 
         -En la creación de los poetas jóvenes ¿saltan a la vista influencias notorias, o hay visos de una búsqueda hacia la originalidad?
         -Yo creo que desorden es lo que más cabe mencionar, porque hay una gran cantidad de influencias que corren entre la poesía joven, que son las grandes voces tutelares. Desde luego Neruda, Mistral, de Rokha, Huidobro, Parra. Hay una diversidad tan grande que es muy difícil escoger cuáles son los caminos valederos. Hay voces que son inmaduras, precisamente por estas influencias poco decantadas. Yo creo que cuando los jóvenes logran, aun amando estas figuras, despojarse de ellas para poder crear su propia voz personal, allí es cuando realmente la poesía tiene lugar. 
 
         -A pocos meses del 2000 ¿persiste esa marginación hacia el proyecto creativo de las mujeres poetas?
         -La mujer tiene tantas opciones como tiene el varón. Lo que le corresponde a la mujer, lo que cabe ahora, es tomar los lugares, ocupar los espacios que están disponibles. La creación literaria se ejerce en la página, no se ejerce en el mundo necesariamente, aunque la página esté en el mundo, pero el deber de todo creador es instalar su página en el mundo y eso primero pasa por una etapa de introspección profunda, de autocrítica, realmente considerar si lo que se está entregando es tan meritorio como para ocupar un sitio de privilegio, o sino sencillamente continuar trabajando. Creo que la mujer tiene, sin duda, la obligación de trabajar más, porque desde luego la tradición ha favorecido al varón, con muchas oportunidades, pero pienso que uno puede abrirse lugar. A mí me ha sido relativamente fácil abrirme espacios porque he tenido muy buenos amigos varones, he tenido muy buenas amigas mujeres que me han apoyado en mi trabajo y en mis apariciones en antologías. Lo que sí puedo notar, y considero, es que tengo el respeto de mis pares, pero, desde luego, no el brillo que podría tener un Zurita, por nombrar una figura masculina de mi generación, porque la opacidad cae sobre la mujer por el sólo echo de ser mujer, pero no es porque sea una actitud beligerante de parte de los varones, sino porque nuestra cultura lo ha querido así, desde hace mucho.
 
         -Paz Molina, es una poeta novelista, o novelista poeta.
         -Creo que soy una escritora que intenta aventurarse por todos los espacios posibles dentro de su actividad.
 
         -Pero se te identifica más como poeta.
         -Eso es natural porque he publicado sólo poesía. Mal podrían apreciarme como novelista si no conocen mi trabajo. Las personas que han leído mis novelas piensan que están bien, y yo también creo que están bien, pero por alguna extraña razón nunca he empujado ese carro hacia la aparición de estas novelas.
 
         -¿Qué consideras más importante en tu proceso creativo?
         -El lenguaje, y por supuesto al pensamiento como consecuencia, yo le atribuyo la mayor importancia. Este trabajo que realizo con la poesía es más que una constante autoindagación: es un registro minucioso de los estados de ánimo, de conciencia, que configuren mi ser. Y en esta contemplación pretendo alcanzar la imagen y el ser de los otros y encontrar un diálogo valedero que dé cuentas de la condición del ser humano en esta época, especialmente la condición de la mujer creadora.
 
         -Cuáles son tus acciones creativas más inmediatas.
         -Por ejemplo: publicar alguna de mis novelas. Ahora, más inmediato que eso, está la reedición del libro Noche Valleja, prologado por Humberto Díaz-Casanueva. A él le gustaba mucho este libro, y a mí también, porque es bastante condensado; con bastante fibra.
 
Y no nos cabe duda que Paz Molina tiene fibra para elaborar su poesía, fibra de poeta oficiosa que pone a disposición de aquel lector que apetezca nutrirse de versos trabajados con tela femenina.
         Nos despedimos hasta su próxima sonrisa, que ojalá sea detonada por la edición de sus novelas, las que, en un compás de espera, también anhelamos con paz.
 
 

* Publicada en Revista Literaria Rayentru Nº16 – septiembre de 1999
* Ir a: Poemas de Paz Molina

 
 
 
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