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  Teresa Calderón
 


TERESA CALDERÓN: Poeta oportuna y urgente

por
Ricardo Gómez López


En estos nuevos tiempos, la poesía chilena reconoce en Teresa Calderón a una de sus fieles exponentes, lo que es corroborado con la obtención de importantes premios a nivel nacional (Primer Concurso Nacional de Poesía "El Mercu­rio", 1988; Premio Pablo Neruda, entre otros); con excelente recepción de los lectores y con la bien ponderada crítica que han merecido sus dos poemarios: Causas perdidas y Género femeni­no. Además, ha sido publicada en infinidad de revistas y antologías. Profesora de castellano, monitora de talleres literarios, madre y esposa, pero por sobre todo poeta.
       Las feministas se han sentido representadas por esta poeta que, paradójicamente, no es abanderada de ese movimiento, pero que a través de sus textos, tal vez, (in)conscientemente participa en la batalla.
       Desde niña estuvo vinculada a la poesía (aunque "desde afuera", según a confesado), a través de su afamado padre-escritor: Alfonso Calde­rón. Casada con el poeta Tomás Harris y hermana de otra poeta: Lila Calderón.
 
       -¿Cuál fue el detonante que despertó tu creación poética?
       -El entusiasmo por la literatura lo he tenido siempre, como lectora. El mundo de los cuentos y de los libros, era para mí, demasiado maravilloso. Pero mi primer poema lo escribí como a los 15 años, típico poema al pololo y toda esa onda, después no volví a escribir poesía hasta que estuve en la Universidad. En el colegio -en la clase de castellano-, nos hacían escribir cuentos, pero los míos eran muy parecidos a los que había leído cuando era chica, pero la poesía nace ya como una decisión mía, de oficio de trabajo real, en el taller literario de la Universidad, que era como un curso de esos facultativos donde iban alumnos de todas las carreras, dirigido por Raque Esteban Scarpa  y mi papá. Era un curso con notas por asistencia, entonces nadie podía decir: "me pusieron un 5 porque mi poesía no es muy buena" o algo por el estilo, así que ibas tranquilo, porque te gustaba la poesía y podías ver lo qué estaban haciendo las otras personas, alumnos de otras carreras, gente de tu edad, además que también tenía que ver con un momento clave –en los años 78, 79 y 80-, cuando el taller aparecía en la U. Católica -en el Campus Oriente-, pues todo el mundo andaba asustado porque "te podía pasar ésto, que no hables, que no digas nada, que este es un soplón, que el otro es aquí y el otro es allá", entonces el taller literario era el espacio que nosotros contábamos. No se trataba de hacer poesía panfletaria, sino que simplemente uno se sentía libre de decir lo que quisiera, sin miedo, y dar opiniones.
 
       -¿Allí fue que descubres a Teresa Calderón poeta?
       -No, eso fue al tiempo después. Yo asistía a este taller para ver qué era lo que escribía la gente de mi edad, porque veía que la poesía que estaba en los libros no le estaba interesando a casi nadie, entonces quise ver eso, y cuando vi lo que ellos hacían, pensé: si ellos lo hacen, yo también puedo, y allí me puse a escribir casi al final del primer año. Al año siguiente, en 1979, con un grupo de ese taller publicamos una antología (con la Editorial Nascimiento) y de allí no he parado de escribir ni de participar en diferentes actividades literarias.
 
       -¿Qué autores han influido en tu poesía?
       -Yo creo que cada persona que escribe, o que hace algo de arte, tiene como influencia todo lo que le ha gustado y considerado dentro de su mundo. A mí, en la poesía, no sólo me ha influido la poesía o la literatura, también me han influido otras cosas: lo que yo he visto, las películas, la música, muchas cosas, pero sí te puedo decir, en poesía, los autores que me gustaron siempre. De los chilenos Neruda y Parra. Mis primeras lecturas en poesía eran por esa línea Después leí a Enrique Lihn, Jorge Teillier; después conocí la poesía de Floridor Pérez y de Jaime Quezada, en revistas que, afortunadamente, le llegaban a mi papá, él las leía y me las derivaba a mí. En ese tiempo ellos eran los poetas más jóvenes, como de la edad de nosotros, Lihn y Teillier eran como ahora son Floridor y Jaime, que ya tenían libros publicados. A través de estas revistas estuve conociendo lo que estaba sucediendo con la poesía, Aparte de ellos, Manuel Silva Acevedo me gusta mucho, por otro lado, Machado, Rubén Darío, que se supone que a uno no le tienen que gustar en este tiempo, pero es fascinante y para mí fue importante en mi primer contacto con la poesía, porque los primeros poemas que conocí en la vida, fueron los de Rubén Darío que mi mamá me leía a la hora de almuerzo.
 
       -¿Con qué tradición literaria te identificas más?
       -Yo no diría con la antipoesía, porque cuando uno dice eso al tiro te dicen "esta mujer es parriana". No captan la sutileza de que tú estás tomando de distintas corrientes lo que a ti te interesa para tu trabajo y que se puede parecer más a esto o menos a esto otro, así como corriente no sé que nombre darle, pero yo más o menos estoy en la línea en que hace su trabajo Floridor Pérez, Jorge Montealegre, Eduardo Lla­nos, la misma Heddy Navarro, y Carmen Gloria Berríos, en la línea del trabajo de mujeres.
 
       -¿En qué grupo generacional te sientes cómoda y cómo crees que se inserta en él la tradición litera­ria chilena?
       -El que más me acomoda, como grupo, es el que Jorge Montealegre bautizó como la Generación N.N., que es la gente que empezó a escribir después de la dictadura, no importando la edad que tuvieran en ese momento. Casi todos compartíamos, más o menos, un nivel de edad, pero había otra gente mayor que empieza a escribir teniendo como razón y como causa desencadenante, éste acontecimiento... Eso era im­portante, no solamente porque te estimulaba la escri­tura, sino que porque era posible tener actividades en común. Esta cosa de la poesía oral: ir a hacer lecturas relámpago en distintas partes, actividades en poblaciones o en parroquias. Eso de salir con la poesía a otros más allá del libro, porque en ese momento no era importante publicar libros; era importante estar escribiendo y poder compartir eso con los demás, con tu prisma. Y esto se inserta como la continuación de la poesía chilena.
 
       -En otras entrevistas tú has manifestado admiración por los poetas griegos ¿qué sucede con la tradición literaria precolombina?
       -Lo que pasa es que no es tan conocida, yo recuerdo a Juan Antonio Massone -en La Serena-, cuando hizo unas conferencias maravillosas sobre la poesía preco­lombina, especialmente de la zona de América Cen­tral, que más que poesía, eran textos que con nuestros ojos de ahora, nosotros lo consideramos poesía, pero que para ellos era una forma de comunicarse. Es tan increíble la hermosura que tiene y el nivel de metáfora que encierran. Lamentablemente estos textos casi no se encuentran. Seria formidable el tener acceso a este material porque es tan rica como la tradición de otras culturas.
 
       -¿Por qué en tu poesía se reconoce un discurso feminista, no considerándote tú parte de ese movi­miento?
       -Lo que pasa en que las mujeres somos absolutamente contradictorias (¿...?) (risas).
 
       -Tu poesía deja trascender un particular interés en la relación de pareja, ¿esto corresponde a algo intuitivo, de reflexión o solamente es un motivo literario?
       -Quizás sea todo lo que tú me preguntas, pero además es la cosa de hacer la experiencia de esa situación. A mí, de todas las relaciones con la vida, la que más me puede haber provocado conflicto siempre, es la de la pareja. Entonces, como que por ahí, escribiendo trato de solucionar cosas que no puedo solucionar en la realidad. Sé que no voy a solucionar nada, pero en el fondo le estoy dando vueltas y lo saco afuera. El interés mío en trabajar eso poéticamente y no dejarlo como un simple contar algo, es por que yo sé que eso es un motivo de punto de conflicto entre mucha gente, y en este tiempo se está hablando de eso. Siempre ha sido problema, pero no se hablaba, menos en poesía y mucho menos de mujer, porque ahí sí que te descalificaban para siempre. Eso es lo que escribo.
 
       -Aparte de la ya reconocida calidad de tu produc­ción literaria, ¿existen otros factores que han contribuido a abrirte algunas puertas al éxito frente a otras poetas actuales, como por ejemplo, el ser hija de un destacado hombre de letras?
       -Yo creo que sí. Es lógico que tiene que influir, porque yo me he tenido que relacionar con las mismas personas que mi padre se relacionaba. En el fondo es como continuar dentro del mismo grupo Yo creo que eso ha hecho que las cosas sean mas fáciles para mí, pero lo que a uno lo deja en el lugar donde está, son sus propios méritos, porque o si no se nota demasiado que no pasa nada. Lamentablemente hay personas que les ha costado muchísimo; grandes poetas que hacen un trabajo extraordinario, algunos que todavía no pueden llegar a publicar o lograr que su poesía sea más o menos conocida En realidad yo he tenido un punto a favor.
 
       -¿Qué rol cumple la poesía como parte del desarro­llo y formación cultural de nuestra juventud?
       -Creo que la poesía no tiene una entrada de trascen­dencia como la tiene la narrativa. La narrativa tiene más posibilidades. El problema con la poesía es un problema de enfoque, el mal se produce en el colegio donde se empieza a enseñar la poesía. A los más chicos los hacen tatarear poemas malos, con hartos sonidos para que los repitan, y después a medida que avanza el tiempo, les van enseñando a destrozar los poemas haciéndole análisis, pero los profesores en el colegio, jamás leen un poema y lo comentan con los cabros y buscan ahí todo lo que el poema pueda tener que decirle a cada uno: esa es la manera de leer poesía. Entonces los cabros salen del colegio con una tranca contra la poesía yeso produce que no se lea poesía, que no se publiquen libros de poesía porque nadie los lee, y nadie los lee porque, además de que no se publican, vienen con la tranca desde el colegio contra la poesía. Hay un problema de enfoque en los programas de estudio, pero hay un grupo de gente que es la que le interesa la literatura, y que por su cuenta accede a ella y tiene relación con escritores y busca este mundo; que sí ve en la poesía o tiene la posibilidad de sacar de la poesía el agrandar su mundo cultural, pero son cosas más individuales. A nivel masivo lo que funciona es la narrativa.
 
       -Tu lectura preferida ¿es la poesía escrita por hombres o por mujeres?
       -Por hombres... Qué le voy hacer.
 
       -¿De qué manera la poesía escrita por mujeres ha sido recibida por la crítica ejercida por hombres?
       -El problema es que la mayoria de los críticos son hombres. Las críticas mujeres tienen un defecto tan grande como los hombres, porque éstas solamente hacen critica de otras mujeres y sobreinterpretan la crítica viendo mucho más de lo que hay en los textos, y porque son mujeres entonces hay que analizarlas y decir que son buenas. Tanto los críticos hombres como mujeres no tienen objetividad. El caso de Valente, que ni siquiera ha tenido la consideración de dedicarle un artículo completo a las mujeres, decía; "tres mujeres bravas" y tiraba tres juntas, "otras tres mujeres bravas", otras tres mujeres. En cambio a los hombres, aunque fueran menos interesantes en algunas de esas "tres bravas", eran destacados a toda página, auque los tiraba a partir. Nadie dice que le haga alabanzas, pero analizaba sus trabajos mucho más extensamente que a una mujer. Eso pasaba con este cura y con muchos otros críticos.
       Está bien que las mujeres hagan críticas de mujeres porque están compartiendo un mundo con una sensi­bilidad semejante, y eso es lo que le falta al crítico hombre, en relación al trabajo con las mujeres, pues el está aplicando su criterio y su visión masculina para analizar lo que está recibiendo, entonces es muy difícil que a ese crítico se le salgan los perjuicios que tiene, o sea, tendría que llegar un ser nuevo, un hombre nuevo, una mujer nueva, porque los que existen cometen los mismos errores, los dos para su lado. Tendría que ser un hombre desprejuiciado o una mujer desprejuiciada que pudiera ver un trabajo de hombre o un trabajo de mujer, con un esquema más objetivo de análisis. Ojalá eso sea posible, porque en ese sentido siempre las mujeres vamos a salir per­diendo.
 
       -Cuéntanos de la evolución poética entre la Teresa Calderón de aquella antología Uno por uno (Ed. Nascimento, 1979), cuando era estudiante de la U. Católica, y la Teresa Calderón de hoy.
       -En ese tiempo estaba todo el encantamiento de la poesía con un descubrimiento de un mundo fascinan­te y el aprendizaje del oficio. Siempre tú estás en eso constantemente, pero el primer encuentro con algo que era desconocido como experiencia, es deslum­brante y maravilloso, ahora está incorporada a tu vida, pertenece a tu mundo. La diferencia que yo veo, es que en ese tiempo yo era una miedosa y muy susceptible a las críticas, si alguien me decía que algo de mi poema no le gustaba, yo podía llorar a gritos pensando que era yo la criticada y la agredida, y no el poema. No era capaz de hacer una distancia entre mí persona y mi poema, en cambio ahora me pueden decir que mi poesía "vale callampa" y me da lo mismo Yo hago lo que quiero y lo que tengo que hacer, mientras quede conforme con el resultado no afecta a mi persona. Puedo hacer la diferencia entre lo que es el poema y lo que soy yo. De las críticas y comentarios que me puedan hacer, soy capaz de tomar las cosas negativas y usarlas en la búsqueda de mejorar algo. Pienso que son súper importantes las opiniones que la gente te da sobre lo que tú estás haciendo, porque esa es la evaluación que hay de tu trabajo. Hay que tomar en cuenta las opiniones de otros lectores de poesía, porque valen más que la de los críticos. Esa es como la diferencia que yo veo        además de tener más arrugas, más años, más kilos ¡Que lata! (risas).
 
-¿Qué proyección y potencialidad de valor ves en la nueva producción literaria de los jóvenes poe­tas? Nómbrame algunos que, a tu juicio, se desta­quen por sobre los demás?
-Conozco bastantes poetas jóvenes, pero los que he alcanzado a leer son, fundamentalmente, alumnos de la Fundación Neruda, más los de algunos talleres que yo hago.
Lo que me gusta de ellos, es que hay una desinhibición con el lenguaje y con los temas, pero encuentro que, en algunos casos, hay una especie como de agresivi­dad y de violencia, no de temas, sino que en el lenguaje. Hay un entusiasmo de destruir el lenguaje, esto es como ponerle dinamita a las palabras y después con los retazos empezar a fabricar poemas. Eso me preocupa un poco. Yo creo que hay una intención detrás que es muy significativa y muy interesante; hay algo que quieren decir, y el idioma, tal cual es, no les sirve, por eso es que buscan otras formas para decir lo que tengan que decir. A mí me preocupa que eso nos remita al vacío y nos haga perder de vista el horizonte, pero hay poetas que me encantan, y hay que tomarlos bien en cuenta. Algu­nos que te puedo nombrar, y que no sé si son tan jóvenes como los de tu pregunta: Sergio Parra, Guillermo Valenzuela, Jesús Sepúlveda.
 
-Como embajadora de nuestra poesía, en tus viajes a diferentes países ¿Cuál es la visión que se tiene desde el extranjero, sobre la poesía chilena de hoy?
-En todas partes esperan mucho de los poetas chile­nos, porque siempre cuando te presentan dicen: "viene de Chile: Premio Nobel Neruda, Premio Nobel Gabriela Mistral", entonces esperan que todos los poetas chilenos, los que publican, los que escriben, los que salen, los que viven acá, los que nunca van a salir: todos, hagan una poesía lealmente significativa e interesante. El peligro es que la expectativa que ellos tienen es tan alta que es difícil cumplir, sin embargo, la gente de afuera tiene una opinión excelente de la poesía chilena. Hay una coincidencia entre la expectativa y lo que ellos ven como resultado, no lo digo por mí, sino que por los poetas chilenos que les llegan a través de libros, de revistas y hasta de hojas fotocopiadas.
 
-¿Y tú poesía cómo ha sido recibida en el extran­jero, a través de las lecturas públicas?
-Como respuesta he visto lo mismo que acá. Parece que mi poesía es de fácil llegada a la gente. He sentido una comunicación inmediata. Lo que sí, en el extranjero, a los escritores y críticos les interesa muchísimo más la poesía que la narrativa chilena.
 
-¿Cuáles son tus proyectos más inmediatos?
-En este momento mi proyecto es publicar el libro que no puedo publicar porque no tengo plata. Después de Género Femenino, he escrito dos libros, uno que no pienso publicar, porque, como he leído muchos de estos trabajos en distintas partes y me han dicho que es demasiado experimental, demasiado antipoético, exce­sivo, como que "me fui al chancho" con la línea, con la cosa antipoética -y a lo mejor tienen un poco razón-, lo he revisado y no lo voy a publicar. Pero el otro es como un regreso a la poesía que empecé escribiendo para después ir metiéndome por otros caminos. Este libro es un regreso tomando también elementos de humor y de antipoesía. A mí me interesa la antipoesía porque es una línea en que yo me muevo con alegría y con tranquilidad. Así que tengo ganas de publicar.
 
-¿Tal vez ese libro sean algunas Causas perdidas del Género femenino?
-Claro, pueden ser algunas Causas perdidas del Géne­ro femenino (risas).
 
 
Así, alegremente, dimos por finalizada esta amena tertulia con Teresa Calderón, la que, junto a un derroche de humana simpatía, nos dejó muy en claro que, primero: ella no es feminista, y segundo: que para escribir buena poesía no es necesario ser hombre.
       Creemos que Teresa tiene género femenino para rato, y que su poesía será el calderón que quede resonando para el futuro, y traspasar así las fronteras del tiempo, pues su poesía ya es causa ganada en calidad y reencontrada en lo cotidiano del buen lector.
 
 

* Publicada en Revista Literaria Rayentru Nº4 – enero-febrero de 1994


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