FLORIDOR PÉREZ: Poeta lúcido, lúdico y lárico
Cuando estos tiempos nos arrastran a pensar que los poetas son sólo aquellos personajes románticos que suelen habitar el cálido espacio imaginanario de una novela, entonces, desde la generación de los 60 florece Floridor Pérez: monitor de talleres literarios: autor de libros de estudios, de facsímiles para la preparación de la P.A.A. (Prueba de Aptitud Académica), -y si de tesoros literarios se trata-: Versificación del poema del Mío Cid". Otras publicaciones destacadas: Chile Cantado y Contando; Chilenas i Chilenos; Cielografia de Chile (poemas para niños también); y su último poemario: Cartas de prisionero.
Un café y un exquisito pastel de manzanas preparado por su compañera Natacha, hacen aún más grata esta necesaria entrevista que realizamos en la "Población Neruda", como cariñosamente bautizara a su biblioteca este maestro rural avecinando en la metrópoli por urgencia de horizontes, y que hoy, reconocido como un poetamigo del buen verso y del prójimo, nos entrega su hospitalidad de sureño, su obra y su importante aporte al quehacer literario nacional.
-En estos tiempos caóticos y de consumismos, en donde las escalas de valores van pareciendo locos ascensores que convulsionan el futuro ¿cree Ud. que la literatura tiene buena llegada a la juventud?
-Para llegar se necesita un puente. Y la verdad es que nada contribuye a crear el encuentro literatura - lector joven. La actual enseñanza de la literatura no es un puente, y muchas veces es un muro. Pero cuando el joven logra derribarlo: en el recital, en el encuentro vivo, la llegada se produce. La juventud actual es receptiva, especialmente de la poesía. He visto a 200 jóvenes universitarios sentados en el suelo, oyendo leer poesía.
-Considerando que estamos enfrentados a una realidad más visual ¿esto vierte influencias en las formas de escritura?
-La imagen es un lenguaje del mundo actual. Es natural y bueno que el poeta de hoy maneje sus códigos. Hay mucho de cine de en los poetas de hoy ¡Y más literatura en e! cine! Hay vasos comunicantes.
-En las nuevas generaciones de escritores jóvenes se nota una preparación más cuidada, en cuanto a estudios académicos y literarios ¿Esta preocupación influye en la producción literaria?
-La verdad es que la poesía chilena a surgido siempre mayoritariamente del laboratorio académico. Basta revisar textos claves., corno Nuestros poetas, de Armando Donoso, de 1924 En 1942 Andrés Sabella escribe Los poetas de la universidad, y son la generación del 38. En 1956 aparece Antología de poetas universitarios, y son los llamados poetas del 50. En 1972 Quezada publica en México Poesía joven de Chile Y soy el único no universitario de diez poetas de los años 60 que figura allí.
La formación académica es una ventaja, entrega un instrumento, especialmente en la parte crítica que toda creación implica. Ahora que, como todo instrumento, puede usarse con mayor o menor destreza. Con el mejor martillo te puedes golpear el dedo.
-Los talleres Literarios ¿Son una mera moda o tienen importancia para los escritores?
-Puede haber algo de moda. José Donoso ha dicho recién que ve escritores demasiado jóvenes haciendo talleres. Tal vez la proliferación de talleres corresponda a una etapa de profesionalización simulada. El escritor, huérfano de otros apoyos, ve en el taller la forma de "pasarse al área privada" El taller como pequeña empresa literaria. Pero al margen de estos aspectos coyunturales, el taller corresponde a la etapa de crítica y autocrítica implícita en la creación. Bien entendido, el taller hace colectiva esta última parte del trabajo creador, y en tal sentido es muy positivo. Muestra el camino, no enseña a caminar.
-¿El monitor o director de un taller suele ser influyente en la creación y desarrollo de un escritor?
-Debería influir en los métodos de trabajo, pero no en el resultado del texto. Debería crear conciencia autocrítica, respeto por un a tradición, afán de intercambio, desalentar el exitismo competitivo, estimular la solidaridad, pero no en el estilo.
-La inspiración ¿es un buen método de trabajo o existen otros mejores?
-La inspiración es la semilla. Por buena que sea, no dará fruto sin trabajo. Pero, desgraciadamente, en poesía el método de trabajo literario esta sujeto invariablemente a los trabajos manuales: aquellos que dan de comer. En la práctica, el método de trabajo comienza por convertir en jornada extraordinaria lo que debería ser tiempo libre. Ya ubicado en este espacio limitado, creo que se produce un círculo virtuoso: la inspiración golpea la puerta del que vela. Por la puerta del dormilón pasa de largo. Así el que trabaja estará cada vez más despierto, inspirado, y el que reposa cada vez más "agotado".
-Su principal vena poética viaja entre los jocoso-lúdico, el sentimiento íntimo y lo histórico social ¿son esos sus únicos intereses o hay más?
-Uno debe conocer sus limitaciones. Yo sé que mi cuerda se afina bien entre el humor y la ternura. Así hablo, así escribo. Aquello lúdico que tú vez no es parte de lo que hay en mí y mi poesía, sino el medio de expresarlo, mi lenguaje. En cuanto a lo histórico- social: niño aún, en la biblioteca de mi padre, creí llegado el momento de mi iniciación política. Agarré El origen de la familia, de Engels. Después de muchas páginas me di un recreo: tomé El libro de buen amor: "el mundo por dos cosas trabaja:
la primera por aver mantenencia; la otra cosa era
por aver [untamiento con fembra plazentera".
Allí en el Arcipreste estaba todo el origen de la pareja, y con ella de la familia, y con ella de la sociedad, y con ella de la política. La conquista del amor y la justicia, en y por la poesía.
Ahora la vida se me ha dado de manera que he debido privilegiar el aspecto social a que tú te refieres. En mi próximo libro retomaré el juntamiento con fembra plazentera, por algo el libro se llama Memorias de un condenado a amarte.
-En su poesía descriptiva se funden muchas atmósferas, donde el sur de Chile es preponderante. A usted se le ha considerado un poeta lárico ¿le acomoda este apelativo?
-Desde el tiempo a esta parte parece de buen gusto defenderse de la acusación de ser un poeta lárico. Yo asumo con mucho gusto esta condición. Buena parte de toda la poesía chilena es lárica, Mucho, muchísimo antes que Jorge Teillier le planteara este tan exacto membrete. El mismo Teillier define lo que sería el larismo con el título de un artículo suyo de los años sesenta: Por un tiempo de arraigo. Eso es lo que me interesó de la poesía que se ha dado en llamar lárica: un tiempo de arraigo. He dicho que no soy producto de exportación y mi poesía es fiel a esa condición de un ser con raíz.
-¿Cuál es su impresión al leer poesía frente a alumnos de colegios no habituados a estas experiencias?
-Como parte de mi Beca Fundación Andes, de Escritor en residencia en la Universidad de Concepción, el año 1990, desarrollé un proyecto que titulé "Conversaciones literarias con la generación de la imagen". Fue una experiencia inolvidable. Me di el gusto de cumplir el sueño de dar el primer recital de poesía exclusivamente para cabros chicos, lo que hice en un teatro de los Ángeles con 300 escolares, aparte de eso recorrí numerosos cursos, especialmente quintos y sextos años en Curanilahue, Concepción, Chillán, Máfil, etc. Eran encuentros gozosos de un poeta que leía su libro, porque eso es lo que yo hacía: leer Cielografla de Chile a un montón de chiquillos que lo recibían como si hubiera sido un cantante de moda. Me maravilla que el poeta aún sea un personaje público para los niños, a tal punto de que un curso completo sea capaz de perder un recreo, sin otro objetivo que conseguir el autógrafo de un poeta que ni siquiera figura en su libro de lectura.
-¿A qué se debe el Boom de la Generación de los 60, que usted integra, y a quiénes reconoce como compañeros de ruta y maestros inspiradores?
En realidad deseo de todo corazón que exista ese Boom a que tú te refieres. Desde luego hay algunas huellas visibles, por ejemplo el libro Seis poetas de los 60, de Carmen Foxley y Ana María Cunéo, catedráticas de la Universidad de Chile; Cuatro poetas chilenos, de María Nieves Alonso, Mario Rodríguez y Gilberto Triviños, catedráticos de la Universidad de Concepción. Un amigo me cuenta por teléfono de un reciente libro de la Universidad Católica en que también se estudia mi poesía. Yo creo que este interés se debe a un impostergable trabajo de reconstitución histórica.
Entre los años 70 y 80 se jugó a menudo a creer que Chile partía de cero, pero todos sabemos que después de los grandes aluviones, tarde o temprano, los ríos vuelvan su cause y esto mismo está pasando en la cultura. Tenemos que ser capaces de establecer una línea de continuidad de nuestra tradición literaria y dentro de ella grandes, chicos o medianos. Los poetas de los años 60 hicieron una labor y fueron capaces de darle un sello muy personal, no estoy hablando estrictamente de los textos que hayamos dejado, sino de toda esa forma de trabajo generacional, y creo que lo que está pasando es un hacer justicia a este tiempo histórico completo y con ellos a quienes lo vivieron. Siempre, cuando la ruta es ancha y el camino es ancho son muchos los que se cruzan en el camino, de modo que si yo tengo que reconocer compañeros de ruta, son en primer lugar los que estos libros mencionados recogen: Jaime Quezada, un amigo de toda la vida, y Gonzalo Millán, que representábamos al Grupo Arúspice, surgido en la Universidad de Concepción; luego Ornar Lara, Enrique Valdés, que fundaron o llegaron al Grupo Trilce de la Universidad Austral de Valdivia; Waldo Rojas, Hernán Lavín Cerda, Manuel Silva Acevedo, que no militaban en grupo alguno pero que de hecho constituían lo que nosotros veíamos como el grupo de santiaguinos que nos estaba esperando en la Estación Central. Esos son los nombres que veo más cercanos. En cuanto a maestrasgos, hay dos poetas mayores que comenzaron siendo los más amigos de nuestros maestros y terminaron siendo los más maestros de nuestros amigos, son Nicanor Parra y Gonzalo Rojas. En lo personal, a la generación intermedia, que de alguna manera nos ata a ellos, tengo una gran deuda de afecto, de lenguaje, de lectura, con Armando Uribe Arce y con Jorge Teillier, que además de invitarme, hace exactamente 30 años, a fundar lo que tuera después famosa Revista Orfeo, fue el editor de nuestros primeros libros. Otro poeta que nos interesaba absolutamente y que nos acogió siempre con gran estimación es Enrique Lihn.
-Cómo asume Ud. su condición de poeta en lo cotidiano, alternando su profesión de profesor, de autor de libros de estudio, con el Floridor que se desplaza por la ciudad en metro, con las domingueras incursiones al Mercado Persa y su afición por el ajedrez ¿son esas sus únicas "casa recurrentes" o hay otras?
-No, yo diría que no hay otras, por el contrario, la veloz vida santiaguina me ha ido clausurando varias de esas, como el ajedrez que aportó una mirada mítica sobre la realidad, y mi misma condición de profesor a la que precisamente este año he claudicado por decisión personal y no de ningún ministerio. He dejado de ser profesor de aula para darme tiempo de envasar las modestas clases que pueda hacer a través de las publicaciones escolares en que trabajo. En cuanto al Mercado Persa es mi fuente de información y cultura, es mi biblioteca móvil y mi museo; el verdadero sitio que conozco en la ciudad.
-En diversas entrevistas, entre ellas: Revista de libros de El Mercurio, Las Últimas Noticias, cada vez que le han preguntado quién es Floridor Pérez, usted a contestado de distinto modo. ¿Con cuál de sus respuestas se queda o nos va entregar una nueva variante?
-Me gustó la palabra variante, es muy ajedrecista; se usa mucho en defensa. Yo me defendería diciendo que soy un juglar extraviado en la era de la computación. Esta era de retraso -curiosamente soy sietemesino-, de llegar tarde, de llegar siempre tarde a las publicaciones, a mi generación, al amor pleno, define en buena medida mi vida entera.
De manera certera, pensamos que Floridor Pérez llegó muy a tiempo a la poesía chilena y universal. Esperamos que las nuevas generaciones sepan reconocerlo y valorarlo, como poeta, persona, amigo y maestro.
* Entrevista publicada en Revista Rayentru Nº2 - junio de 1993