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  Paz Molina - poemas
 


PAZ MOLINA - Poemas


  

LA ROSA
 
Considera el perfume de la rosa
-me dijo un sabio- por su terciopelo.
No es cosa de ponerse tremebundo
y desterrar al sol de los jardines.
 
Yo quise hablarle de la rosa negra
de la rosa fundada en la sospecha
de la rosa revuelta en la ráfaga
de la rosa podrida en la conciencia.
 
Yo quise hablarle de la rosa ciega
de la rosa muñeca de madera
de la rosa ritual del calendario
de la rosa crema chantilly.
 
De la rosa. Yo quise hablarle de la rosa.
Pero estaba amortajado el caballero
en el perfume ambiguo de la rosa.
 
(del libro Cantos de ciega)
 
 

VESPERTINO
 
Qué pálido el reflejo de la conciencia
en el comedor de los otros
cuando anochece y no hay lumbre
cuando anochece y no hay madre.
 
Así apenas la canción
apenas el polvoriento afán
del verbo en su escondrijo múltiple
 
A qué controvertir ya tantos soles
A qué tanto amanecer y de rodillas
 
Sólo que me contuviese la alegría
Sólo que la alegría me fecundase.
 
(poema inédito)
 
 

TE ARREPIENTES
 
No te bastó con verme agonizante.
Quisiste abrir aún más la honda llaga.
Tu espada insolente dividió mi sueño
en dos mitades imposibles.
Ahora busco la forma de reparar lo irreparable.
Un riesgo se define plácido en mi frente.
Acudo nuevamente a ti. Te nombro y huyes.
Acobardado por mi terrible afán.
Ahíto de sorpresas.
Absoluto de arrepentimiento.
 
(del libro Neruda, aparta de mí esta sombra)
 
 

HISTORIAS DE ÁNGELES II
 
Yo quiero una mujer para apagar mis ansias,
dijo el Ángel, y un gesto obsceno le oscureció el semblante.
Estoy harto de alas y miriñaques,
ahora quiero deshonrar mi estirpe entumecida.
 
Quiero unos pechos vastos, formidables,
en extensión incierta como pensamientos humanos;
que se hundan en ellos mis torpes manos pudibundas.
Mis antiguas plegarias han de ser besos y saliva.
 
Quiero una inconfesable lujuria.
Se subleva mi espíritu macilento,
mi espalda sudorosa se inclina sobre un cuerpo
que parece ardorosa convulsión del Infierno.
 
Quiero un goce satánico,
dos piernas que agonicen de estertor,
y dos manos que perturben mi agónico sentido.
 
No recuerden mis cánticos.
Mis alas están yertas.
tan sólo quiero una mujer
y su nefasta dulcedumbre.
 
(del libro Memorias de un pájaro asustado)
 
  

* Publicada en Revista Literaria Rayentru Nº16 – septiembre de 1999

 
 
 
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