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  Jorge Teillier - Poemas
 


JORGE TEILLIER - Poemas


  

CUANDO YO NO ERA POETA
 
Cuando yo no era poeta
por broma dije que lo era.
 
Yo no había escrito ningún verso
pero admiraba el sombrero alón
del poeta del pueblo.
 
Una mañana me encontré en la calle con mi vecina.
Ella me preguntó si de verdad era poeta.
Ella tenía catorce años.
 
Esa vez llevaba un ramo de ilusiones.
Después una anémona en el pelo.
La tercera vez un gladiolo entre los labios.
La cuarta vez no llevaba ninguna flor,
yo le pregunté el significado de eso a las flores en la plaza
que no supieron responderme.
 
Ella había traducido para mí poemas de Ferdinand von Saar.
Yo no le di nada a cambio.
No quena desprenderme ni de una hoja de cuaderno.
 
Sus ojos disparaban balas de amor calibre 44.
Eso me daba insomnio.
Me encerré mucho tiempo en mi pieza.
 
Cuando salí la hallé en la plaza y no me saludó.
Volví a mi casa y escribí mi primer poema.
 
 
 
CUANDO TODOS SE VAYAN
 
A Eduardo Malina Ventura
 
Cuando todos se vayan a otros planetas
yo quedaré en la ciudad abandonada
bebiendo un último vaso de cerveza,
y luego volveré al pueblo donde siempre regreso
como el borracho a la taberna
y el niño a cabalgar
en el balancín roto.
 
Y en el pueblo no tendré nada que hacer,
sino echarme luciérnagas a los bolsillos
o caminar a orillas de rieles oxidados
o sentarme en el roído mostrador de un almacén
para hablar con antiguos compañeros de escuela.
 
Como araña que recorre
los mismos hilos de su red
caminaré sin prisa por las calles
invadidas de malezas
mirando los palomares
que se vienen abajo,
hasta llegar a mi casa
donde me encerré a escuchar discos
de un cantante de 1930
sin cuidarme jamás de mirar
los caminos infinitos
trazados por los cohetes en el espacio.
 
 

NADIA
 
Nadia teme a los gatos y vive frente a una iglesia.
Nadia resuelve puzzles y va a mirar los trenes.
Nadia lleva el nombre de una muchacha muerta
El año que filmaron "Grandes Ilusiones".
 
Nadia es silenciosa como un cuaderno de croquis.
Nadia creció en el pueblo como el árbol más simple
Y con ella me entiendo sin decir palabra
Porque los árboles se entienden tocando sus raíces.
 
Nadia no tiene edad porque ella es la nube
Que siempre va a volver a mirarse en el río.
'Nadia vivirá en mí sin que yo me dé cuenta
Como un guijarro blanco brilla al fondo de un pozo.
 
Lautaro, marzo de 1972. 
 * Publicados en Revista Literaria Rayentru Nº5 – mayo de 1994





UN DESCONOCIDO SILBA EN EL BOSQUE
 
Un desconocido silba en el bosque.
Los patios se llenan de niebla.
El padre lee un cuento de hadas
y el hermano muerto escucha tras la puerta.
 
Se apaga en la ventana
la bujía que nos señalaba el camino.
No hallábamos la hora de volver a casa,
pero nos detenemos sin saber donde ir
cuando un desconocido silba en el bosque.
 
Detrás de nuestros párpados surge el invierno
trayendo una nieve que no es de este mundo
y que borra nuestras huellas y las huellas del sol
cuando un desconocido silba en el bosque.
 
Debíamos decir que ya no nos esperen,
pero hemos cambiado de lenguaje
y nadie podrá comprender a los que oímos
a un desconocido silbar en el bosque.
 


UN HOMBRE SOLO EN UNA CASA SOLA
 
Un hombre solo en una casa sola
No tiene deseos de encender el fuego
No tiene deseos de dormir o estar despierto
Un hombre solo en una casa enferma.
 
No tiene deseos de encender el fuego
Y no quiere oír más la palabra Futuro
El vaso de vino se ha marchitado como un magnolio
Y a él no le importa estar dormido o despierto.
 
La escarcha ha empañado las ventanas
Pero a él sólo le importa mirar la apagada chimenea
Sólo le gustaría tener una copa que le contara una vieja historia
A ese hombre solo en una casa sola.
 
Una historia como las que oía en su casa natal
Historias que no recuerda como no recuerda que aún está vivo
Ve sólo una copa vacía y una magnolia marchita
Un hombre solo en una casa enferma.
 


PEQUEÑA CONFESIÓN
                                               En memoria de Sergei Esenin
 
Sí, es cierto, gasté mis codos en todos los mesones.
Me amaron las doncellas y preferí las putas.
Tal vez nunca debiera haber dejado
El país de techos de zinc y cercas de madera.
 
En medio del camino de la vida
Vago por las afueras del pueblo
Y ni siquiera aquí se oyen las carretas
Cuya música he amado desde niño.
 
Desperté con ganas de hacer un testamento
-ese deseo que le viene a todo el mundo-
pero preferí mirar una pistola
la única amiga que no nos abandona.
 
Todo lo que se diga de mí es verdadero
Y la verdad es que no me importa mucho.
Me importa soñar con caminos de barro
Y gastar mis codos en todos los mesones.
 
“Es mejor morir de vino que de tedio”
Sin pensar que pueda haber nuevas cosechas.
Da lo mismo que las amadas vayan de mano en mano
Cuando se gastan los codos en todos los mesones.
 
Tal vez nunca debí salir del pueblo
Donde cualquiera puede ser mi amigo.
 
Donde crecen mis iniciales grabadas
En el árbol de la tumba de mi hermana.
 
El aire de la mañana es siempre nuevo
Y lo saludo como a un viejo conocido,
Pero aunque sea un boxeador golpeado
Voy a dar mis últimas peleas.
 
Y con el orgullo de siempre
Digo que las amadas pueden ir de mano en mano
Pues siempre fue mío el primer vino que ofrecieron
Y yo gasto mis codos en todos los mesones.
 
Como de costumbre volveré a la ciudad
Escuchando un perdido rechinar de carretas
Y soñaré techos de zinc y cercos de madera
Mientras gasto mis codos en todos los mesones.
 


CANTO
 
Las ramas de los pinos rozan tus cabellos.
El viento que va a dormir no olvida apagar
soplo tras soplo, las estrellas.
Tienes aún entre las manos
un ramo de flores secas.
 
“No iremos más al bosque,
cortaron los laureles.
La Bella Durmiente
Los recogerá.” 
 
Tu nombre es mi memoria
no debe durar sino
lo que dura en el barbecho
la huella de la pezuña de un buey.
Bajo tu sombra sólo dormiré un instante,
        retamo blanco.
 
Un ramo de flores secas
se deshace en la tierra.
El viento no olvida apagar una última estrella
sobre nuestras cabezas de huérfanos.
 
Estoy junto a la esclusa del molino,
el estruendo de las aguas rotas
sepulta el canto que aún recuerdo:
 
“No volveremos al bosque,
cortaron los laureles.
La Bella Durmiente
Los recogerá.”
 
JORGE TEILLIER nació el día en que murió Carlos Gardel, el 24 de Junio de 1935, noche de San Juan y día en que los araucanos celebran el año nuevo, en la ciudad de Lautaro, Chile. Estudió Historia y Geografía en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, en Santiago. Su poesía ha sido traducida a diversos idiomas, entre ellos al francés, ruso, italiano, inglés, rumano, checo, polaco y portugués. Obtuvo entre otros premios el Premio Gabriela Mistral y el Premio Eduardo Anguita, en Santiago de Chile.  Jorge Teillier murió en el Hospital Von Buren, en Valparaíso, Chile, el día 22 de Abril de 1996.
 
Obra publicadaPara Ángeles y Gorriones, 1956; El cielo cae con las hojas, 1958; El Árbol de la Memoria, 1961; Poemas del País de Nunca Jamás, 1963; Los Trenes de la Noche y otros poemas, 1964; Poemas Secretos, 1965; Crónicas del Forastero, 1968; Para un Pueblo Fantasma, 1978; Para hablar con los muertos, 1979; Los trenes que no has beber, 1979; Poemas, 1983; Cartas para Reinas de otras Primaveras, 1985; El Molino y la Higuera, 1993; En el mudo corazón del bosque, 1997.

* Publicados en Revista Literaria Rayentru Nº23 – mayo de 2003

 
 
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