Año 1990, mes de octubre. Vengo regresando de una larga y traumática estadía en el extranjero. Busco en la poesía refugio y en su carácter sacro la satisfacción consciente de un deseo de vincularme con la belleza a través del juego de palabras apoyado en imágenes míticas, éticas, dramáticas y líricas. Y empiezo a vivir una serie de sucesos conectados con la magia, el vaticinio y la tragedia. Visito a una amiga en Antofagasta y en su baño encuentro la Antología en que Pehuén edita a los primeros veinte becarios de la Fundación Pablo Neruda y es ahí donde por primera vez leo a Bárbara Délano, y leo en su obra Baño de Mujeres:
Aquí frente a la canallada nosotras/ las que insultadas crecimos/ en el descampado de las ilusiones/ nosotras las más bonitas// las que íbamos a ser reinas. Y eso sentía yo que fue lo que la historia imprimió a toda una generación.
Dos años más tarde buceando entre las estanterías de uno de los locales de libros usados del “Paco” Rivano, encuentro El Rumor de la Niebla. Ya en 1995 mi amiga Teresa Calderón, quien preparaba una antología de poetas chilenos que incluía reseñas de ellos, me pide que escriba sobre la poesía de la Bárbara. Salgo en busca de su palabra y encuentro la bella edición artesanal México-Santiago, bella por la majestuosidad del mimeógrafo, bella por lo rústico del papel, bella por lo insinuante de este, su arte que era la razón de su existencia. Fue algo extraño porque había sido una edición reducida que vio la luz en México. Y volví a mi contacto espiritual con la Bárbara. La antología 25 años de poesía chilena (1970-1995), editada por Fondo de Cultura Económica Chile, vio la luz cuando yo era alumna del Poli Délano en uno de sus Talleres de Cuento. Él tenía que realizar un viaje a México donde residía la Bárbara, su hija. Le llevó la Antología y mis saludos y preguntas por la continuación de su obra.
Año 1996, mes de octubre. Escucho por la TV la noticia de un desastre aéreo en Perú en el que no hay sobrevivientes. Entre los pasajeros venía la Bárbara. Escucho la noticia en la misma ciudad y en el mismo mes en que leí por primera vez sus poemas. Vivo el proceso interno de incredulidad, rechazo, rabia, impotencia, pena. Meses después, su mamá, María Luisa Azócar, tiene en sus manos el legado de su hija: una veintena de archivos que ha encontrado en su computador. La Teresa hace las presentaciones de rigor e iniciamos entonces encuentros semanales para leer, examinar y descifrar los mensajes que Bárbara iba dejando en sus archivos, como por ejemplo: POEMAS CUAROJOS.DOC 16 PÁGS. 20 SEPT. 94; POEMAS UNLTVER3.DOC 56 PÁGS 24 AGOSTO 96 COMPARAR TODO CON LO ANTERIOR CON OTRA VERSIÓN DE PLAYAS DE FUEGO EN PAPEL RONEO LETRA TURQUESA DE PLUMA; INSERCIONES TRABAJADAS 7 PÁGS.
María Luisa es psicóloga, pero además una mujer fuerte, inteligente y perceptiva. Sólo una vez se permitió derramar un par de lágrimas mientras trabajábamos en lo que llamamos “Al rescate de Bárbara”, y fue cuando encontramos He subido por el camino y desde el monte/ contemplo el sol sobre la tierra mojada/ Pero los grillos ya no cantan himnos imperiales/ y las mujeres ya no lucen sus tocado de ayer.
La Teresa Calderón fue su amiga, su compañera de generación, su admiradora; la María Luisa fue su madre, pero no una madre cualquiera sino una madre casi mística Iluminé con velas el regazo de mi Madre/ Oré por mi Madre/ Siempre en todos los caminos/ oré por mi Madre// Luego regresé a casa cargada de regalos/ telas chinas pipas turcas le llevaba/ licores de frutas tropicales máscaras olmecas/ y cuentas y espejos y confites/ Había cargado mucho tiempo un tiempo largo. Y quien escribe estas líneas, que nunca la tuvo físicamente frente a sus ojos, ha podido penetrar en su alma gracias a la magia de la poesía.
Pero queda mucho de la Bárbara por compartir, quedan sus escritos con su pequeña historia íntima y queda la gran historia colectiva de su generación, para la que ella había cedido la voz al mar Éramos jóvenes lo sé/ tenía el cabello despeinado/ y el mar pronto fue una bóveda/ encerrando todos los secretos todas las visiones ese mar que ella amaba y del que ahora es parte.