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  Ganando tiempo
 

 

GANANDO TIEMPO
 
por Desiderio Arenas
 
 
 
El otro día, una mina me preguntó que a qué me dedicaba, y yo le enumeré varios de mis variados oficios. Ella, sin ningún respeto por mi casi medio siglo, me dijo: “Ah, entoces erís un vago”. Yo le dije que lo que pasaba es que estaba tratando de ganar tiempo, pero parece que no soné muy convincente.
         La mina no pescó mucho, pero yo me sentí un poco incómodo porque, entre ser un vago y estar ganando tiempo, igual hay una diferencia. Sutil, un matiz, si querís, pero hay.
         Entonces le dije que era un poco artista y que me gustaba contar historias. “Así que te gusta contar historias”, manifestó con un tonito que no me gustó nada. “Soi un grupiento”. Le dije que sí, pero en el buen sentido de la palabra.
         Sonrió despectivamente y me dijo que sólo había dos tipos de hombres: los grupientos y los demasiado tontos. Estuve tentado en decirle que las minas también pertenecían a dos categorías: las que tenían alma de puta y las que no tenían alma, pero preferí guardarme el comentario pa’ un momento más propicio.
         La cosa había partido mal y no se me ocurría qué hacer pa’ mejorarla. No es que me interesara demasiado (estaba lejos de parecerse a la Sharon Stone), pero a nadie le gusta quedar como imbécil. No sé si a nadie, pero a mí no me gusta.
         Intenté un recurso que, en otras ocasiones, me había dado excelentes resultados: apelar a algunos slogans de los 60, principalmente a aquel que proclamaba que lo importante estaba más en el ir que en el llegar (filosofía que tenía la ventaja suplementaria que, al relegarse la meta a segundo plano, la noción del fracaso tendía a diluirse). Le expliqué que eso se llamaba “vivir conejeando”, es decir, cambiando constantemente de dirección y de velocidad, deteniéndose de tiempo en tiempo, partiendo sin previo aviso y regresando sin ser invitado.
         Siempre he pensado que, si en una discusión no es posible convencer al antagonista, por lo menos hay que tratar de confundirlo y eso fue lo que hice con la mina en cuestión.
            No tengo de qué quejarme. Me he pasado la vida tratando de ganar tiempo y, pese a la opinión generalizada, siempre será mejor que perderlo.

 

* Publicado en Revista Rayentru Nº14 - marzo de 1999

 
 
 
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