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  Eduardo Peralta:
 


EDUARDO PERALTA: La trova y la herejía

por
Ricardo Gómez López



Ir a Reseña de Eduardo PeraltaEduardo Peralta, a través de la ironía y de su calidad artística, ha traspasado las fronteras chilenas para empinarse como uno de los grandes trovadores de nuestra época. Canciones como" Juan González", "Navidad". "Golondrina Chilota", "EI Hombre es una flecha", "Señorita sonrisa", "Can­ción de tu ex marido", etc., son fieles representantes del dominio del verso alegre y profundo que brinca por sus chispeantes melodías.
       Cuenta con tres producciones musicales, y junto a Pedro Yáñez, mantienen un trabajo titulado "Dos locos con seis cuerdas", donde la alegre paya cobra inusitada vida a través de la entusiasta parti­cipación del público.
 

Este es un gran cantautor
conocido por juglar,
la vida sabe cantar
con savia de trovador.
También es un payador
que versos del viento teje;
sin que su alegría ceje,
Rayentru lo entrevistó
con cariño y mucho son
aunque digan que es hereje.


-¿Consideras que tu creación conlleva una propues­ta?
-Yo creo que sí. La palabra propuesta me gusta mucho porque tiene algo que ver con la amistad y el amor.
       A la canción no le está considerado nada, pero sí puede proponer, sugerir y hacer intuir al que escucha y al que la recibe elementos de la imaginación, del cariño, de la crítica, del pensar y hacer compartir esos elementos. Es decir, poder lograr una comunicación, un contacto a través de esto que es la palabra propuesta. Una canción que vaya más allá de la mera comercialidad, del mero mercachifleo -que se usa mucho en estos tiempos-,  que vaya a las raíces, al juego de las palabras, a los sentimientos más profun­dos, al cariño, al amor, siempre va a ser una propuesta, estética, lúdica, de comunicación, de conocimientos.
 
-El haber estudiado periodismo, ¿te aportó elemen­tos para la composición de tus canciones?
-Estudié periodismo porque tenía esas ganas de hacer crónicas de la vida, de contar cosas a través de las palabras, de los párrafos, de las imágenes, de las comparaciones, en fin, de un juego más literario y captar lo que pasaba, veía, sentía y qué estaba sucediendo en la realidad. Derivé a la canción precisamente por esas mismas ganas que me llevaron a estudiar perio­dismo. Estudiar periodismo me significó mirar un poco más atento lo que ocurría en la sociedad, entre la gente, en las noticias, las novedades, los persona­jes, el entorno cotidiano, la realidad, las personas de la calle, en fin, y convertirlas en parte de una crónica no periodística. sino una crónica poética, lírica, emotiva y cotidiana de lo que pasa normalmente -o día a día- en las calles de nuestra ciudad.
 
-¿Existe una relación entre juglar y perio­dista?
-En la edad media había mucha relación: el juglar era el periodista. Las canciones de gesta eran casi todas hechas por juglares. Claro que estos periodistas eran un poco exagerados, como algunos sensacionalistas de este tiempo, Por ejemplo Rolando, ese personaje que peleaba contra los sarracenos en Francia, con un sólo "espadazo" mataba 35.000 sarracenos. Toda esa cosa media maravillosa y al mismo tiempo épica que tienen los cantares de gesta, eran narrados por estos antiguos juglares que iban de pueblo en pueblo inven­tando historias, y por supuesto le ponían mucho de su cosecha Después venían los escribanos que empeza­ron a escribir lo que decían estos juglares, que en el fondo eran los periodistas históricos de los eventos bélicos importantes de Europa. Lo que pasó después es que se separó el concepto de juglar y periodista. El periodista esta metido en toda una empresa fuerte, bastante comercial y le cuesta mucho tener un prisma personal o una visión más particular. Sólo algunos por tener nombradía o por estar emparentados con la literatura, logran en sus medios de comunicación escribir en su estilo, con sus propias mañas, con sus propios caprichos, sean literarios, lingüísticos o co­tidianos, y el juglar en cambio tiene, necesita y le interesa esa posibilidad de expresarse, de mostrar su interioridad, sus preocupaciones, su amor, al público o a los que lo escuchan. El juglar ha mantenido, ha tratado incluso de agrandar su capacidad de libertad en el lenguaje.
 
-Tus estudios del piano y la guitarra ¿cómo se reflejan en tu producción musical?
-El piano me ha servido para abrirme a armonías nuevas, a juegos, a cambiar estilos, porque en la guitarra hay ciertas formas que no salen tan fluidas como en el piano, pero aunque me encanta el piano mi instrumento preferido -y con el que he desarrolla­do más trabajos- es la guitarra. El músico francés Héctor Berlioz, decía que la guitarra era una pequeña orquesta. Este es un instrumento que yo quiero muchísimo: la guitarra para mí es clave, es mi amiga, mi compañera. Imagínate que anda conmigo para todas partes, a veces incluso tengo la mala educa­ción de dejarla debajo del bus o en el sobrecargo de los aviones, y sin embargo me sigue fiel por muchos años. Es un instrumento muy especial. Los españoles tienen una relación muy emotiva con la guitarra, directa, sanguínea. Creo que es importante que se mantenga la guitarra española como protagonista de la canción popular, esta guitarra que suena calentita -v no electrónica-, tiene mucho que decir todavía en el contacto emotivo con la persona que escucha.
 
-¿Te incomoda que en algún momento se te hubiese comparado con Silvio Rodríguez?
-Silvio es una persona de un nivel humano muy especial, de una capacidad interna, poética, lírica y musical muy sobresaliente. Silvio tiene un don de maestría, no de profesor sino de guía muy relajado, sin ese aire docto que tienen algunos personajes que se “saben” más importantes de lo que realmente son. Silvio es un "artistazo" de este siglo, un gran trova­dor, así que cuando que cuando se me ha comparado con él, lo he tomado como un halago, un piropo.
 
-¿De qué manera influyó, en tu desarrollo creacional, la llamada generación del setenta?
-Me siento más bien un producto de sus finales y comienzo de los 80. El 78 lo pondría como punto inicial, porque ahí empecé las primeras presentacio­nes en vivo, en los encuentros de juventud y canto, en la parroquia universitaria. Salí segundo en el festival de "Una canción para el hombre", organizado por la Vicaría Juvenil y la Vicaría de la Solidaridad, en aquel año de los derechos humanos. Allí acompañé en guitarra, a esa lindísima y amorosa cantante Clarita Domínguez, que defendió "El hom­bre es una flecha" de mi autoría. Canción favorita que todo el mundo coreaba en el Caupolicán. Fue muy emocionante.
       Aunque no estoy incluido en la generación de los 70, por supuesto que hay mucha cercanía e influencia de gente como Rolando Alarcón, Payo Grondona, Violeta y Víctor, que son como tan cardinales; Patricio Mans es otro gran personaje. Son artistas que han marcado generaciones de músi­cos y cantautores chilenos y que las seguirán marcan­do. Patricio Mans y Payo Grondona siguen dando lecciones de cómo hacer una canción, de cómo darle un sentido artístico a este elemento de uno a cuatro minutos, que a veces puede decir verdades o comunicar emociones profundas, como las grandes canciones de Serrat, de Chico Buarque, de Violeta Parra, de Brassens...
 
-¿Cuando descubres a Georges Brassens y qué te motivó a estudiar su obra e incorporar parte de ella a tu repertorio?
-En 1980 yo tenía 21 años y recorrí cinco países de Europa mochileando. En este viaje conocí a varios artistas latinoamericanos que estaban diseminados por Europa: Desiderio Arenas, ese gran letrista, gran músico, gran poeta de la canción; al Payo, en Alemania. Recuerdo que Isabel Parra me alojó algunos días en su casa. Estuve con los Quilapayún, con Illapu -que ya éramos amigos; con el grupo Machitún, en fin. En este "atracón" latinoamericano viví la paradoja de que hay que ir a Europa para descubrir Latinoamérica. Realicé muchas actuaciones para latinoamericanos en peñas de diferentes ciudades de Europa, especialmente en París que fue donde más estuve. Allí conocí a Brassens. -este gran trovador-, a través de sus discos, de testimonios de gente francesa y latina que le gustaba el oficio de Brassens. Me comentaban cómo hacia sus rimas, me traducían los detalles: cómo se reía de esto y lo otro, cómo mezclaba el Argot (especie de coa parisino) con la más alta poesía, tipo Verlaine, Rimbaud. Eso me empezó a fascinar v me convertí en un fanático de ese gran autor, que por desgracia murió pocos meses después que me vine sin que pudiese conocerlo personalmente. Así nació este amor, este cariño tan grande por este poeta que parece haber nacido en un siglo equivocado. Él recupera toda la vieja tradición trovadoresca del sur de Francia. Habla nacido en Séte, una caleta de pescadores al sur de Francia. Ahí está la cuna de los trovadores provenzales del siglo XII y XIII, que sufrieron tantas persecuciones por la inquisición. Las cruzadas contra los albigenses dispersaron toda esa cultura que había allí en el Languedoc (sur de Francia) hacia otros países. Por esta diáspora los trovadores occitanos de Languedoc (de la occitanie), en la edad media influyeron en Italia, en Galicia, en Cataluña y en muchas legiones aledañas. De allí se fue desarrollando lodo el fenómeno de la trova amorosa y que fue declinando hacia el Renacimiento y derivando en otras formas poéticas. Para mi gusto Brassens es como una resurrección de este período y de ese fenómeno: Es una rara mezcla de hereje con trovador, que además aparece en pleno siglo 20 justo después de una guerra mundial, y que también influyó extrañamente en las zonas aledañas como Cataluña, donde en los años 60, está Serrat que también comienza a escucharlo; a cantarle, en catalán. Y otros tantos de la nova cancó catalana, los cantautori italianos como Lucio Dalla, Fabrizio de André que cantan a Brassens en italiano hacien­do versiones divertidísimas y muy intersantes de la trova herética Brassensiana que hay en Italia. Brassens sabía adosar muy bien sus melodías a buenos poemas.
 
-¿Hay otros trovadores o cantautores de los cua­les reconozcas influencias?
-Hay muchos que en realidad han sido muy importan­tes para mí: Serrat es clave. Cuando yo tenía 15 años empecé a  cantar: "tu nombre lile sabe o hierba", y El tío Alberto: “Gitano o payo pudo ser, o un aristócrata que ayer, perdió su cetro de oro y su corona". Es un juego de influencias: Serrat fue influenciado por Brassens, pero yo curiosamen­te conocí primero a Serrat. Brassens es como una raíz de muchos otros cantautores. Otro muy genial que me gusta por su ironía, por su irreverencia, es el uruguayo Leo Maslíah. También reconozco influencia de los chilenos Rolando, Violeta, Víctor... en particular, y en especial entre los cantautores nuevos al Payo Grodona, que es uno de los que le ha dado ese aire fresco a la canción, incluso en los tiempos que la canción era muy fundamentalista -en los años 70- y no se le daba mucho espacio a la ternura, a la ironía, al juego y  a lo cotidiano. Raimon..., Alberto Cortés, es otro que de muy niño me gustó mucho. Hay ciertas canciones que fueron muy fuertes para mí, como Juan Go!ondrina. Y en este último tiempo personajes como Aute, Sabina, de la trova española, que están un poco en tierra de nadie -en un lugar neutro-, entre la canción popular y la trova y la canción poética. Destaco también a uno de los cantores franceses más modernos que Brassens: Maxirne le Forestier. Hay otros artis­tas que han influenciado mi trabajo al compartir con ellos, como Eduardo Gatti, Hugo Moraga, y los payadores, los cuales represento en este gran amigo, gran artista que es Pedro Yáñez.
 
-¿Qué ha significado para ti el hecho de encontrarte con Pedro Yáñez?
-Una alegría vital tremenda, aparte de lo musical y lo poético A través de Pedro me contacté con un mundo que conocía poco: el mundo de la raíz, del guitarrón, del las entonaciones antiquísimas que vienen de España, algunas tienen 200, 300 años -no se sabe exactamente-, y que se cantan por tradición oral, en las casas del campo chileno, en el norte, en el sur, allí hay cultores naturales, viejitos que de pronto sacan la guitarra y te cantan melodías mágicas -corno decimos  con Pedro-, con las cuales visten las décimas, las coplas, versos aprendidos a lo humano a lo divino. Todo ese mundo me lo presentó y mostró Pedro y yo me encandilé. Tuve la suerte y la voluntad de perse­verar en la paya -que es un oficio largo y complejo, ­pero lo más importante ha sido el nivel humano, de la alegría. Pedro es una persona que comunica mucha alegría, tiene una capacidad lúdica, de goce a través de su oficio. Con él tenemos un programa en radio Umbral -que lo hacemos con mucho cariño y además es pura risa-, en donde nos llegan "pies forzados”, cuartetas, décimas, coplas de auditores que colabo­ran con nosotros. Esto nos alegra porque significa que existe comunicación con la gente. El lenguaje es una posibilidad mágica que permite una enorme combina­ción de palabras, juegos de metáfora, de ritmo, eso lo podemos desarrollar todos si queremos darle un sen­tido creativo... ¡y además es gratis!
 
-¿Se podría decir que ejerces una labor periodística a través de tu incursión en la paya?
-Quizás el fenómeno de la paya es menos periodístico. En algunos casos -no sé si periodísticos-, tiene que ver con el sentimiento cotidiano de la gente ligado a veces a lo que pasa, porque la gente pone los temas: políticos, sociales, lo que está pasando en la actualidad, por ejemplo nosotros hicimos un vals a la sub-17", que ganó el 3er Lugar igualando la hazaña de la selección chilena adulta de hace 31 años. Todo el mundo andaba pensan­do en ese tema. La paya tiene más que ver con el goce del momento. de la creación, del juego, de la alegría grande cuando surge la palabra justa, la rima, los significados, los significantes, el juego, cómo una palabra se parte en dos y se convierte en otra cosa: el octasílabo que se dio como "pie forzado". La paya es más bien una experiencia de imaginación del momen­to, de alarde, de ingenio, de juego, en que participamos todos, y que tiene que ver con la alegría humana. Por todo esto diría que es más universal y trascendente que un simple evento ligado a las noticias o a lo periodístico.
 
-¿Tu encuentro con la paya fue casual o premedita­do?
-Fue un poco casual. Con Pedro Yáñez cantábamos en recitales, formamos incluso una agrupaciones de can­tores: hacíamos clases de guitarra popular en una escuela en el año 81, junto a Eduardo Yáñez y Juan Carlos Pérez. Después de las clases, don Guillermo Opazo -el director de la escuela- que era un personaje muy especial, muy querido, nos invitaba a tomar cerve­za. Ahí nos quedábamos canturreando, jugando, con­tando experiencias... En estas reuniones yo creo que empezó a surgir esta posibilidad de improvisar, de reírnos con el lenguaje y de jugar con los octosílabos. Hace 10 años me fui a vivir con Pedro por un año y medio, y allí reunidos con amigos hasta la madrugada fue surgiendo la posibilidad de payar, pero en vivo lo hicimos en el año 84 en donde nacen "Dos locos con seis cuerdas", que después se espaciaron por 5 años, hasta el 91 que nos llaman a hacer payas con el poeta Rafael Alberti, en un homenaje medio surrealista que se le rendía a él.
 
-En algún momento de tu carrera se te consideró un hereje ¿actualmente aceptarías tal apelativo?
-Sí, Sí, a mí me encanta la palabra hereje. Yo soy un artista que le gusta ironizar, que le gusta jugar y atreverse con temas que a veces no son muy tratados en la música cotidiana, en la radio y la televisión. Yo me quedo con eso de que el humor y la poesía son más fuertes. Uno tiene que ser fiel a sus necesidades expre­sivas, y mi inquietud es que las canciones tengan ironía, juego y sorpresa.
 
-¿Cómo ves a las nuevas generaciones de cantautores? ¿hay algunos que te sea válido mencionar?
-Sí, por ejemplo, Francisco Villa es un artista muy especial, que trabaja la guitarra y los textos; que se ha metido también en lo que es la décima, encabezando muchas veces algunos de sus temas con una décima recitada. Yo creo que allí hay un artista que va a dar mucho que hablar. Hay toda que una generación de artistas que está surgiendo, pero que no se les está dando el espacio que merecen, especialmente en las radios y caseterías. Con la Sociedad de Derecho de Autor estamos enfrascados en un a pelea legal para que se aumente el porcentaje de música chilena que se toca en la radio. Creo que hay esperanza, en el sentido que siempre hay posibilidad de creación y ganas de expre­sión. Este país da muchos frutos creativos y lo impor­tante es lograr que se abran estos canales de comuni­cación para dar mayor cobertura a todos los creadores dispersos.
 
-En el terreno artístico profesional ¿existe un buen campo laboral para vivir del canto y la composi­ción?
-Cuesta mucho en Chile vivir de la música, de la canción, de la composición. Hay algunos que lo pue­den lograr. Siento que lentamente se está reabriendo todo lo que puede ser el mercado del canto popular nuestro. En los últimos meses los espectáculos que han sido de mayor éxito han sido de música chilena: Illapu, Fulano, Los Payadores en el Cariola... Pienso que hay un comienzo de ciclo en donde la gente está valorando la música nuestra. Una amiga me contaba que venía en bus desde centro América y al pasar por Ecuador las radios tocaban música ecuatoriana, en castellano, después pasó por Perú: valses, folklórica y música comercial, pero un 95% en castellano. Luego entró en Arica y la música en inglés no paró hasta llegar a Santiago, entonces hay una diferencia bastante fuerte: uno escucha la radio y parece que estuviera en Chicago o en Washington. Eso hay que solucionarlo, de lo contrarío se hace más difícil para el artista chileno el tratar de vivir del canto. En mi caso particular, he tenido que diversificar mi acción musical o artística, haciendo producciones musicales para el programa de televisión "El desjueves": payando, haciendo proyectos, escribiendo para otros artistas, rebuscando la manera de hacer diversas cosas.
       Este año se habló de que Santiago iba a ser la capital Iberoamericana de la cultura, y no he notado mucha diferencia con el año pasado. Debería haber durante todo el año actividades permanentes en las calles y en todo lugar. Creo que falta tomar más en serio la cultura. Además en provincia hay mucha necesidad en la gente de escuchar música, de ver teatro, de ver cine arte y cosas nuevas, y no se dan las posibilidades, especial­mente para aquellas provincias extremas que se sienten aisladas. Este es un país que tiene que replantearse. En las campañas políticas se hacen muchas promesas y se habla de la cultura y casi siempre se usa a los creadores de la cultura para la cosa proselitista, pero en el hecho de diseñar políti­cas culturales que vayan al público directamente, falta bastante.
       El arte es un patrimonio que hay que defender, así como defendían tanto el hielo -que se derrite-, entonces cómo no defender nuestro patrimonio cultural que no se derrite, para que los niños también puedan disfrutar de las diferentes expresiones de la creación.
 
-¿Preferirías ser caratulado como poeta popular urbano, payador urbano, cantautor trovadoresco, juglar del 2.000, cronista poético o simplemente como trovador?
-Todas esas expresiones tienen algo de lo mío. A mí me gusta mucho la palabra trovador, pues tiene que ver con el hallazgo Los franceses dicen trouvaille -­que es el hallazgo-; en el sur de Francia trouhadour es trovador; en el norte trouvére es trovero: del occitano trobar es encontrar -es el eureka de Arquímides-. El trovador es el que va encontrando y no buscando. La trova es ir encontrando esas canciones y convertirlas en pepitas de oro, a través del hallazgo poético, de las frases exactas, de las melodías que encuadran con la poesía, de la palabra justa para terminar. Un poeta decía que los poemas de Huidobro parecían hechos de puros versos fina­les, que son muy importantes, muy claves para ciertos poetas. En la paya también es muy importan­te encontrar la palabra justa para terminar un verso, una copla, o terminar un juego, porque es la creación in situ, en el momento, en el aire: la poesía en el viento, la poesía en el movimiento, en la creación alegre, del compartir, además es una cosa colectiva, es poesía que se crea entre mucha gente. La palabra trovador me gusta porque tiene raíces y una connotación histórica. Además, siempre los trovadores ironizaban mucho, jugaban con las palabras, se reían de las costumbres, de los personajes, de las autorida­des de la época. Los trovadores fueron bastantes anarcos y no respetaban mucho tiaras pontificiales ni cetros ni coronas.
 
-¿Cuáles son tus proyectos más inmediatos?
-Estoy trabajando en un proyecto que me pidió una radio para hacer un disco compacto. Un coro va a cantar más de veinte canciones inspiradas en poemas de poetas chilenos de todo el siglo, desde Guillermo Blest Gana hasta Clemente Riedemann, esto es para mostrar mi cercanía y ligación con la poesía, que para mí es muy importante. También está por editarse un libro completísimo con mis creaciones y versiones de canciones de Brassens titulado "Cantología”.
 
-¿Que le dirías a aquellos jóvenes cantautores que inician su peregrinar por la senda artística, con sus mochilas repletas de dulces sueños?
-Yo les diría que no pierdan la perseverancia ni pierdan esos dulces sueños, como dices tú. Todavía hay mucho que soñar, todavía hay mucho que realizar y los sueños son para convertirlos en realidad. y una forma es la creación artística. Tú tienes elementos, cosas, visiones, imaginaciones, tendencias, verda­des, sentimientos que bullen en tu interior, pero al convertirlos en algo que se pueda cantar, que se pueda leer, que se pueda palpar, que se pueda mirar -como un cuadro por ejemplo-, o llevar a la realidad toda esa fuerza interna, esos sueños, esas ganas, ese entusias­mo poético o lírico o artístico en general, que no tiene que morirse. Para mí la expresión artística es la más hermosa de las expresiones humanas, que además puede nacer de cualquier persona que quiera indagarse, mirarse para adentro como en un espejo interior, sacar muchos reflejos y cosas hermosas: la canción es una de ellas. Hay muchas formas de expresarse artísticamente, así que yo les diría a esos jóvenes que sigan cantando, que perseveren, hay muchos que hacer y mucho futuro que desarrollar en torno al arte. Está todo por hacer en este país.

 

* Publicadas en Revista Literaria Rayentru Nº3 – noviembre de 1993


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